croma
Habitual
Sin verificar
Hola a todos.
El pasado viernes 28 celebramos nuestra primera reunión post-vacacional para intercambio y disfrute de nuestras estilográficas. No hay mejor forma de volver a la intriturable realidad que pasar una tarde con los compañeros de afición, en una terraza a la sombra en un servicial y entrañable bar del centro de Madrid.
En estas sesiones se habla mucho, se bebe un poco, chorrea la tinta en abundancia y cambiamos algunas de nuestras plumas por otras que nos hacen tilín. Sabedores como somos de los buenos cuidados y mimos que han recibido, cambian de mano con facilidad en reciprocidad con otra equiparable. Y aunque pueda parecer impensable, siempre se llega a un acuerdo, sin apenas derramamiento de sangre.
El problema es que no es fácil elegir un objetivo entre tanta disponibilidad, y a veces la adrenalina se dispara nublando el sentido, a la viva voz de ... “¡yo quiero esa!” apenas ha sido dejada sobre la mesa por legítimo propietario. Una vez hecho el silencio general y disueltas las miradas espesas, con un tono más dulce, ... “bueno, ejem, que me ha gustado esta rojita y ...”
Pero una vez establecido el coto de caza, apagados los ardores y mostradas todas las cartas sobre la mesa, los servicios de emergencia y las fuerzas seguridad del Estado marchan tranquilos, convencidos de que la cosa va a transcurrir placenteramente. Es entonces, cuando se mojan los puntos en las finas tintas y se trazan líneas y garabatos de prueba para asegurarnos de nuestra elección.
Algunas veces, como en esta última ocasión, alguno de los presentes, aprovechando la presencia de espectadores voluntarios, va y trae alguna de esas piezas que dan un vuelco a tu forma de pensar sobre las plumas. Eso sí, acordonando la zona y avisando con estruendo de que “¡esta no se cambia por nada del mundo, es mía, es solo para que las probéis!”, amenaza que al poco se evapora cuando pruebas como escribe la desgraciada y comienzas a hacer cuentas mentales de cuantas plumas le vas a ofrecer por ella y si le gustará también el reloj de oro del abuelo de tu mujer que le regaló tu suegro a la puertas de la muerte. En algunos casos no es raro que vuelvan las sufridas fuerzas de pacificación, pero de peor humor que antes.
Vueltas las aguas a sus vasos, nos aplicamos a escudriñar las posibilidades que nos ofrecen nuestras piezas. En este caso, algunas cábalas son de parvulario, en especial cuando se establecen comparaciones tan desiguales como entre algunas de las que estuvieron presentes el viernes por la tarde, como esa inolvidable Romillo, vigilada tenazmente en todo momento por su orgulloso propietario, ante las tentativas pertinaces de enajenación de la mayoría restante.
Como se puede ver en las mejorables fotos de circunstancias para certificar el cambalache, hubo de todo y al alcance de todos, y en el escenario se codearon la antedicha Romillo dotada, ... mejor dicho armada, ... con un prodigioso plumín K junto a una Parker 45 y una Pelikan 120. Y aunque las comparaciones son odiosas, hay que decir que una vez catada la española simplemente a palillero, nadie volvió a tocar las pobres 120 y 45.
Dominaron la reunión los productos alemanes, encabezados por las pelikanes, en muchos de sus modelos, desde la Pelikan 100 hasta las modernas Souverain, especialmente abundantes en el tamaño M400, además de alguna Ibis camuflada.
Una de las joyas, por su exquisito plumín, fue la Mabie Todd con acabado en filigrana de plata esterlina, que tuvo muchos pretendientes, pero que volvió a su hogar al no encontrar parangón. En su aparición se codeó con una rara Sheaffer Balance azul de tamaño medio, que estuvo acompañada de su hermana mayor Balance 1000 en bellísimo celuloide rojo estriado.
Las japonesas estuvieron representadas por las Pilot, y destacó especialmente esa en delicado acabado de alas de libélula (Pilot Togidashi Dragonfly Wing), con un firme plumín fino y suave. Venía en equipo con una Falcon Elabo roja y una Capless en un raro acabado Carbonesque Blue que asomó tímidamente su plumín al ver la dura competencia con la que se enfrentaba.
Abundó el oro sobre el acero, con tan sólo los modelos Parker 45 y Pelikan 120 luciendo ese modesto equipamiento.
En cuanto a materiales, quizá dominó el celuloide, vistiendo las elegantes Wahl Eversharp Doric con ese fabuloso plumín graduable o la Skyline en versión estriada, calzando las eficaces Pelikan en casi todas sus variaciones y luciendo en las rotundas formas de las Sheaffer. Alguna ebonita en partes indispensables de las Pelikan, bajo la filigrana de la Mabie Todd y como cuerpo entero en la soberbia Romillo. También los acrílicos lucieron sus reflejos en la Parker Duofold roja marmolizada, en las regias Montblanc 149, y en una despistada M250 de Pelikan.
Los metales no se prodigaron, a excepción de esa plata primorosamente labrada que arropaba la Mabie Todd, las Pilot Capless y Falcon, esa contundente Lamy 2000 en acero cepillado y algunos capuchones repartidos acertadamente.
Completaron el desfile alguna Waterman, Osmia y Dupont, si no recuerdo mal.
Cada uno sabemos lo que cambiamos y no es mi intención desvelar aquí qué se cambió por cuál para no sentar precedentes, pero todos nos fuimos a casa satisfechos y contentos con nuestras novedades, pero también con la inquietud de tener ahora nuevos objetivos en nuestra lista de deseos.
Ahora toca en casa probar las nuevas adquisiciones y disfrutar de sus virtudes, y pensar en la próxima convocatoria, probablemente cuando se hayan olvidado los calores.
Saludos.
El pasado viernes 28 celebramos nuestra primera reunión post-vacacional para intercambio y disfrute de nuestras estilográficas. No hay mejor forma de volver a la intriturable realidad que pasar una tarde con los compañeros de afición, en una terraza a la sombra en un servicial y entrañable bar del centro de Madrid.
En estas sesiones se habla mucho, se bebe un poco, chorrea la tinta en abundancia y cambiamos algunas de nuestras plumas por otras que nos hacen tilín. Sabedores como somos de los buenos cuidados y mimos que han recibido, cambian de mano con facilidad en reciprocidad con otra equiparable. Y aunque pueda parecer impensable, siempre se llega a un acuerdo, sin apenas derramamiento de sangre.
El problema es que no es fácil elegir un objetivo entre tanta disponibilidad, y a veces la adrenalina se dispara nublando el sentido, a la viva voz de ... “¡yo quiero esa!” apenas ha sido dejada sobre la mesa por legítimo propietario. Una vez hecho el silencio general y disueltas las miradas espesas, con un tono más dulce, ... “bueno, ejem, que me ha gustado esta rojita y ...”
Pero una vez establecido el coto de caza, apagados los ardores y mostradas todas las cartas sobre la mesa, los servicios de emergencia y las fuerzas seguridad del Estado marchan tranquilos, convencidos de que la cosa va a transcurrir placenteramente. Es entonces, cuando se mojan los puntos en las finas tintas y se trazan líneas y garabatos de prueba para asegurarnos de nuestra elección.
Algunas veces, como en esta última ocasión, alguno de los presentes, aprovechando la presencia de espectadores voluntarios, va y trae alguna de esas piezas que dan un vuelco a tu forma de pensar sobre las plumas. Eso sí, acordonando la zona y avisando con estruendo de que “¡esta no se cambia por nada del mundo, es mía, es solo para que las probéis!”, amenaza que al poco se evapora cuando pruebas como escribe la desgraciada y comienzas a hacer cuentas mentales de cuantas plumas le vas a ofrecer por ella y si le gustará también el reloj de oro del abuelo de tu mujer que le regaló tu suegro a la puertas de la muerte. En algunos casos no es raro que vuelvan las sufridas fuerzas de pacificación, pero de peor humor que antes.
Vueltas las aguas a sus vasos, nos aplicamos a escudriñar las posibilidades que nos ofrecen nuestras piezas. En este caso, algunas cábalas son de parvulario, en especial cuando se establecen comparaciones tan desiguales como entre algunas de las que estuvieron presentes el viernes por la tarde, como esa inolvidable Romillo, vigilada tenazmente en todo momento por su orgulloso propietario, ante las tentativas pertinaces de enajenación de la mayoría restante.
Como se puede ver en las mejorables fotos de circunstancias para certificar el cambalache, hubo de todo y al alcance de todos, y en el escenario se codearon la antedicha Romillo dotada, ... mejor dicho armada, ... con un prodigioso plumín K junto a una Parker 45 y una Pelikan 120. Y aunque las comparaciones son odiosas, hay que decir que una vez catada la española simplemente a palillero, nadie volvió a tocar las pobres 120 y 45.
Dominaron la reunión los productos alemanes, encabezados por las pelikanes, en muchos de sus modelos, desde la Pelikan 100 hasta las modernas Souverain, especialmente abundantes en el tamaño M400, además de alguna Ibis camuflada.
Una de las joyas, por su exquisito plumín, fue la Mabie Todd con acabado en filigrana de plata esterlina, que tuvo muchos pretendientes, pero que volvió a su hogar al no encontrar parangón. En su aparición se codeó con una rara Sheaffer Balance azul de tamaño medio, que estuvo acompañada de su hermana mayor Balance 1000 en bellísimo celuloide rojo estriado.
Las japonesas estuvieron representadas por las Pilot, y destacó especialmente esa en delicado acabado de alas de libélula (Pilot Togidashi Dragonfly Wing), con un firme plumín fino y suave. Venía en equipo con una Falcon Elabo roja y una Capless en un raro acabado Carbonesque Blue que asomó tímidamente su plumín al ver la dura competencia con la que se enfrentaba.
Abundó el oro sobre el acero, con tan sólo los modelos Parker 45 y Pelikan 120 luciendo ese modesto equipamiento.
En cuanto a materiales, quizá dominó el celuloide, vistiendo las elegantes Wahl Eversharp Doric con ese fabuloso plumín graduable o la Skyline en versión estriada, calzando las eficaces Pelikan en casi todas sus variaciones y luciendo en las rotundas formas de las Sheaffer. Alguna ebonita en partes indispensables de las Pelikan, bajo la filigrana de la Mabie Todd y como cuerpo entero en la soberbia Romillo. También los acrílicos lucieron sus reflejos en la Parker Duofold roja marmolizada, en las regias Montblanc 149, y en una despistada M250 de Pelikan.
Los metales no se prodigaron, a excepción de esa plata primorosamente labrada que arropaba la Mabie Todd, las Pilot Capless y Falcon, esa contundente Lamy 2000 en acero cepillado y algunos capuchones repartidos acertadamente.
Completaron el desfile alguna Waterman, Osmia y Dupont, si no recuerdo mal.
Cada uno sabemos lo que cambiamos y no es mi intención desvelar aquí qué se cambió por cuál para no sentar precedentes, pero todos nos fuimos a casa satisfechos y contentos con nuestras novedades, pero también con la inquietud de tener ahora nuevos objetivos en nuestra lista de deseos.
Ahora toca en casa probar las nuevas adquisiciones y disfrutar de sus virtudes, y pensar en la próxima convocatoria, probablemente cuando se hayan olvidado los calores.
Saludos.