Jorge Herrera
Forer@ Senior
Sin verificar
Sucedió a finales de la década de 1990.
Dedicaba un poco más de tiempo a recorrer –durante los fines de semana- los mercados de pulgas o tianguis (como se le conoce por acá) para adquirir algún reloj, de esos que colocan sobre plásticos extendidos en el piso o sobre mesas de madera. Con el paso de los años los vendedores me guardaban piezas que, ya sabían, podían ser de mi interés: Omegas de los años 50’s con máquinas bumper o martillo; Zenith de cualquier época; Movado, Haste con máquinas rosas… de buzo… etcétera.
La afición por los relojes ya venía desde muy niño. Abría los Citizen, los Casio que me regalaban con la intención de hacerlos herméticos. Les ponía plastilina en las juntas y área de la corona. Nunca funcionó, aunque me divertí.
Había un reloj jumper de un metal cromado, con carátula azul y letras blancas, con una ventana rectangular -del lado de la corona- a través de la cual se leía la hora, los minutos y los segundos. Aunque descompuesto, aún lo conservo.
De vuelta a los recorridos por los mercados.
En una de las últimas visitas a los tianguis, ya me esperaba no sólo un reloj, sino una las marcas que me gusta (sin menospreciar a las demás): Tag Heuer. Me esperaba un Mónaco Heuer de 1969.
Un reloj cuadrado algo grande para ese momento, con una maquinaria con un rotor de media una en la parte interna, que compitió con la de los cronógrafos Zenith a finales de 1960.
El reloj tenía dos registros cuadrados en color blanco con diminutas manecillas, con la corona a la izquierda (para zurdos) y dos los empujes a la derecha, con mica plástica cuadrada, carátula gris con vistoso círculo con pequeñas rayas blancas minuteras (similar a la vía de un tren) del que se desprendían índices metálicos horizontales, manecillas de hora y minutos como espadas con detalles en color rojo.
Estaba sucio, sin extensible ni correa. No funcionaba, pero sí pataleaba: el volante se resistía a morir.
El precio: 300 pesos, algo así como 25 dólares… regalado. Lo que más me asombró fue la caja de acero, estaba atrancada o cerrada de una manera muy diferente a los relojes que había conocido. Quienes han tenido uno de estos saben a qué me refiero, porque tienen puntas similares a la de un desarmador o destornillador. El vendedor lo tenía apartado para mí.
Lo mandé a servicio (le cambiaron la vara o pija y la corona) y decidí conseguir la correa y hebilla origina, de la época. Para ese momento sabía, por las consultas en Internet, que se trataba de un Mónaco de 1969, similar al que Steve McQueen había utilizado en una película. Es más así se conocía ese reloj. Al paso del tiempo contacté al personal de la Tag Heuer en la ciudad de México y ellos me ayudaron a conseguir la correa y la hebilla. La persona que me atendió puso el reloj en una fotocopiadora para tener unas impresiones del mismo. Me dijo que era el primero que veía en persona y a todo color… Yo también.
La correa y la hebilla salieron algo caras: poco más de 3 mil pesos (alrededor de 300 dólares).
Conserve el Mónaco por un par de años, hasta que hubo la necesidad de decirle adiós por cuestiones de salud. Con su venta (por alrededor de 11 mil pesos) complete para gastos hospitalarios derivados de una operación de columna de un familiar. Los bienes son para remediar los males. Muy cierto.
Desde entonces, cuando salgo de viaje por el interior de la República busco tesoros como este u otros en las relojerías antiguas… he conseguido correas de principio de siglo, de las que se utilizaban para relojes con asas unidas a la caja (como las del Radiomir de Panerai), de esas que había antes de la llegada de los pernos.
Saludos.
Dedicaba un poco más de tiempo a recorrer –durante los fines de semana- los mercados de pulgas o tianguis (como se le conoce por acá) para adquirir algún reloj, de esos que colocan sobre plásticos extendidos en el piso o sobre mesas de madera. Con el paso de los años los vendedores me guardaban piezas que, ya sabían, podían ser de mi interés: Omegas de los años 50’s con máquinas bumper o martillo; Zenith de cualquier época; Movado, Haste con máquinas rosas… de buzo… etcétera.
La afición por los relojes ya venía desde muy niño. Abría los Citizen, los Casio que me regalaban con la intención de hacerlos herméticos. Les ponía plastilina en las juntas y área de la corona. Nunca funcionó, aunque me divertí.
Había un reloj jumper de un metal cromado, con carátula azul y letras blancas, con una ventana rectangular -del lado de la corona- a través de la cual se leía la hora, los minutos y los segundos. Aunque descompuesto, aún lo conservo.
De vuelta a los recorridos por los mercados.
En una de las últimas visitas a los tianguis, ya me esperaba no sólo un reloj, sino una las marcas que me gusta (sin menospreciar a las demás): Tag Heuer. Me esperaba un Mónaco Heuer de 1969.
Un reloj cuadrado algo grande para ese momento, con una maquinaria con un rotor de media una en la parte interna, que compitió con la de los cronógrafos Zenith a finales de 1960.
El reloj tenía dos registros cuadrados en color blanco con diminutas manecillas, con la corona a la izquierda (para zurdos) y dos los empujes a la derecha, con mica plástica cuadrada, carátula gris con vistoso círculo con pequeñas rayas blancas minuteras (similar a la vía de un tren) del que se desprendían índices metálicos horizontales, manecillas de hora y minutos como espadas con detalles en color rojo.
Estaba sucio, sin extensible ni correa. No funcionaba, pero sí pataleaba: el volante se resistía a morir.
El precio: 300 pesos, algo así como 25 dólares… regalado. Lo que más me asombró fue la caja de acero, estaba atrancada o cerrada de una manera muy diferente a los relojes que había conocido. Quienes han tenido uno de estos saben a qué me refiero, porque tienen puntas similares a la de un desarmador o destornillador. El vendedor lo tenía apartado para mí.
Lo mandé a servicio (le cambiaron la vara o pija y la corona) y decidí conseguir la correa y hebilla origina, de la época. Para ese momento sabía, por las consultas en Internet, que se trataba de un Mónaco de 1969, similar al que Steve McQueen había utilizado en una película. Es más así se conocía ese reloj. Al paso del tiempo contacté al personal de la Tag Heuer en la ciudad de México y ellos me ayudaron a conseguir la correa y la hebilla. La persona que me atendió puso el reloj en una fotocopiadora para tener unas impresiones del mismo. Me dijo que era el primero que veía en persona y a todo color… Yo también.
La correa y la hebilla salieron algo caras: poco más de 3 mil pesos (alrededor de 300 dólares).
Conserve el Mónaco por un par de años, hasta que hubo la necesidad de decirle adiós por cuestiones de salud. Con su venta (por alrededor de 11 mil pesos) complete para gastos hospitalarios derivados de una operación de columna de un familiar. Los bienes son para remediar los males. Muy cierto.
Desde entonces, cuando salgo de viaje por el interior de la República busco tesoros como este u otros en las relojerías antiguas… he conseguido correas de principio de siglo, de las que se utilizaban para relojes con asas unidas a la caja (como las del Radiomir de Panerai), de esas que había antes de la llegada de los pernos.
Saludos.