A
alotrura
Forer@ Senior
Sin verificar
Esta semana pasada me ha tocado viajar por motivos laborales a Colombia. Ya se ha hablado en otros hilos largo y tendido de las plumas y los aviones, y he de decir que, excepto algún percance previsto en una yaya de saco, con las modernas con cierre de rosca nunca me había pasado nada. Hasta ahora. Por centrar el tema, el sábado pasado volé desde Barcelona a Bogotá donde enlacé con vuelo doméstico a Cartagena. El domingo empezó el evento que me llevó a la joya colonial del Caribe, y ningún problema, tanto mi Twsbi 580 AL Silver como sus acompañantes estaban en perfecto estado de revista. Usé toda la semana la citada Twsbi, confiando en su abundante capacidad.
El jueves tomé el avión desde Cartagena de vuelta a Bogotá, para seguir mis reuniones en la capital. Igual que en el viaje de ida, las niñas viajaron en cabina.
Y el viernes a primera hora tenía cita con el Vice- Ministro de Vivienda de Colombia para hablar de temas diversos. Dado que llegó algo tarde a su cita, sus asesores comenzaron la presentación del tema en cuestión sin él. El problema fue que por alguna razón, en este segundo viaje, mi Twsbi decidió traspasar la mayor parte de su cargamento de tinta al interior del capuchón. Cabe mencionar que el cierre a rosca con junta tórica de la marca hizo que no hubiese desgracia mayor en mi único traje de verano. Y que su transparencia me avisó de que "Houston, tenemos un problema". Sin embargo, no fui consciente de la magnitud del mismo, así que con lo que yo pensé que era sumo cuidado, desenrosqué el capuchón. Todo esto a la media luz de un presentación de power point. Debéis imaginar la escena en la sede del ministerio, una preciosa casa colonial restaurada en la que antiguamente había una imprenta en la que se imprimieron las primeras copias de los derechos del Hombre de América. Hasta la mesa de reuniones es Patrimonio Nacional.
Abro mi pluma, y empieza a salir tinta casi a presión, intento que no se esparza a mi alrededor con lo que mis manos quedan de un azul/negro de sheaffer muy aparente. En ese momento, y cuando me iba a escapar al baño, apareció por fin el susodicho vice-ministro que se empeña, muy campechano él, en saludarnos personalmente y estrecharnos la mano.
En fin, y como conclusión a la situación, me escabullí como pude a lavarme las manos (que evidentemente quedaron de azul negro en su totalidad, pero mayormente en las palmas e interior de los dedos), procuré que no se me viesen, y aún atesoro la cara del Señor Vice- Ministro mirándose sus propias manos azules y, supongo, intentando descubrir cómo se había manchado así con su roller...
Un saludo desde Bogotá
El jueves tomé el avión desde Cartagena de vuelta a Bogotá, para seguir mis reuniones en la capital. Igual que en el viaje de ida, las niñas viajaron en cabina.
Y el viernes a primera hora tenía cita con el Vice- Ministro de Vivienda de Colombia para hablar de temas diversos. Dado que llegó algo tarde a su cita, sus asesores comenzaron la presentación del tema en cuestión sin él. El problema fue que por alguna razón, en este segundo viaje, mi Twsbi decidió traspasar la mayor parte de su cargamento de tinta al interior del capuchón. Cabe mencionar que el cierre a rosca con junta tórica de la marca hizo que no hubiese desgracia mayor en mi único traje de verano. Y que su transparencia me avisó de que "Houston, tenemos un problema". Sin embargo, no fui consciente de la magnitud del mismo, así que con lo que yo pensé que era sumo cuidado, desenrosqué el capuchón. Todo esto a la media luz de un presentación de power point. Debéis imaginar la escena en la sede del ministerio, una preciosa casa colonial restaurada en la que antiguamente había una imprenta en la que se imprimieron las primeras copias de los derechos del Hombre de América. Hasta la mesa de reuniones es Patrimonio Nacional.
Abro mi pluma, y empieza a salir tinta casi a presión, intento que no se esparza a mi alrededor con lo que mis manos quedan de un azul/negro de sheaffer muy aparente. En ese momento, y cuando me iba a escapar al baño, apareció por fin el susodicho vice-ministro que se empeña, muy campechano él, en saludarnos personalmente y estrecharnos la mano.
En fin, y como conclusión a la situación, me escabullí como pude a lavarme las manos (que evidentemente quedaron de azul negro en su totalidad, pero mayormente en las palmas e interior de los dedos), procuré que no se me viesen, y aún atesoro la cara del Señor Vice- Ministro mirándose sus propias manos azules y, supongo, intentando descubrir cómo se había manchado así con su roller...
Un saludo desde Bogotá
Última edición: