B
barista
Visitante
Buenas a todos
En esta última reseña cinematográfica del año ( luego no digan que no soy buena, descansarán unos días de esta implacable y ácida señora de las montañas que sangran ) le ha tocado el turno a Belfast, la última película dirigida, escrita y producida por ese enorme genio irlandés ( como él se considera a sí mismo... ) de Sir Kenneth Branagh.
La ví dos veces: el viernes, y hoy.
El viernes en la función de la tarde ( 1.40 ) y hoy a la mañana ( 11.15 ).
El viernes éramos unos diez: mis cuñados, nosotros, el plomero y su hermana mayor de visita por navidades - esas cosas de vivir en un pueblo y uno se encuentra con los vecinos aquí y allá -; una pareja no identificada en sus setentas y otro grupo de 3 o 4 mayores que entraron a punto de empezar la película.
Hoy éramos no mas de diez, otra vez: otra vez mis cuñados, y otra vez nosotros, y la dueña de la panadería ( el pan de Sage es exquisito... ); y otros seres humanos o androides ( ¿ o quizás robots...? ) que peinaban canas, con ropa formal, y muchas arrugas. No sé, dado lo tenue de la luz no he podido fijarme bien si estos autómatas eran parte de los sueños disparatados de Elon Musk ( cada vez que lo escucho hablar, no sé si es, o se hace... ) o si son sobrevivientes, como nosotros, de esta catástrofe planetaria hiperconectada y en quemazón constante.
Ardemos, pero lento y sin que se note.
Qué es lo que deseo decir con ésto de los que fuimos al cine a ver Belfast: el cine tradicional, el de películas no pochocleras, está en terapia intensiva y desconozco cómo se podrá salvar de la tormenta perfecta de las plataformas digitales-streaming-payperview y sus misceláneas.
Permítanme ser negativa al respecto. Con todos los millones gastados en Belfast ( muchos ) y la casi nula recaudación, los productores deben están dándose garrotazos en la cabeza.
El otro día leí que esa dupla que tanto me gusta, Ben Affleck y Matt Damon, pusieron mas de 20 millones cada uno en The Last Duel, que se encamina a ser el mayor fracaso comercial del cine tradicional fuera de plataformas digitales del 2021. Igual, me dirán, 20 millones para estos muchachos no es nada...
Como decía: en mi entender y parecer, el cine tradicional no pochoclero y por fuera de plataformas digitales está en terapia intensiva en todos los aspectos: en el generacional, en el formal, en el comercial, en el estético, en el estilo, en la forma. Estoy segura que Kenneth Branagh lo tuvo en cuenta. Pero como tiene ya muchos millones para sus caprichos, se largó con Belfast, y el que la quiera ver, que la vea.
Paradójicamente, y en el mismo cine, y en las otras salas ( algo sobre Spiderman y el no se qué; y creo que un refrito de Ghostbusters... ) las entradas estaban agotadísimas, pochoclos por el piso y por la ropa y por los aires, y una incesante sensación que un Carnaval Carioca estaba haciendo vibrar la estructura del multicine con esos trastos grandes llenos de palomitas, tarros de gaseosas generosas y pegajosas, risotadas y chillidos.
No lo creerán: no tengo nada contra el pochoclo, ni las gaseosas ( me he prometido que antes de pasar al otro barrio probaré el uno y el otro... ). Pero quizás, si al menos en la sala los crunch-crunch y los shhuu shhuu y los sonoros y poco decentes eructos y otros sonidos menos elegantes se pudiesen minimizar y/o hacer menos audibles... Durante años he probado convivir con el crunch del pródigo maíz y el shhuu de la Coca Cola que sube por el sorbete justo al lado de mi oreja, en vano. No puedo, chicos, no puedo.
Voy por Belfast.
Brillante.
Kenneth Brannagh ya no tiene que demostrar nada, o al menos eso pensé hasta ver Belfast.
La historia personal de Brannagh es la película, una autobiografía de la que el mismo Branagh se corre, para hacerla casi ficción: ese niño de 9 años, clavado en 1969, y su confusión al ver que de la noche a la mañana su barrio es una trinchera y entra en guerra; y sus amor por los abuelos, y una niña hermosa e imposible; y su angustia al darse cuenta que esta violencia religiosa es terrible y temible, o se es parte o enemigo - no hay lugar para medias tintas-; y sus padres que terminan huyendo de la violencia hacia Inglaterra; y el odio que terminó desangrando a un pueblo entero en un conflicto absurdo y que aún no ha cicatrizado.
Branagh ( que filmó en blanco y negro, y también con toques de color ) no trata de explicar lo que no tiene explicación, sino que se concentra en pintar un cuadro animado a partir de metáforas donde la música, las relaciones de familia, la escuela, la iniciación en los pequeños delitos y la fascinación por el cine, la TV, la carrera espacial y las películas del Oeste marcan a fuego al niño que de pronto debe crecer de golpe y dejar atrás todo lo que ama y desea. Y a volver a empezar.
Ya saben: Branagh es la reencarnación de Shakespeare. O Shakespeare es Branagh ( es un chiste viejo, ya sé... ).
Pero acá no hay Shakespeare. Acá hay un corazón irlandés que ha sangrado mucho, que ha sufrido la tormentosa experiencia en carne viva de una guerra religiosa; que de un día para otro aterrizó en un país en el que los irlandeses no son bienvenidos; y que a sus 9 años tuvo que tragarse un exilio del que aún no ha salido.
Cito textual a Branagh: "I feel Irish. I don't think you can take Belfast out of the boy".
El elenco es luminoso, compacto y generoso: el lindo de Jamies Dornan, los eternos Judi Dench y Ciarán Hinds, y los otros nombres no me acuerdo. Pero todos, también el niño, superlativos. Música de otro señor que bien sabe de la violencia encarnizada de Irlanda del Norte: Van Morison. Y la cinematografía, vestuario, edición, fotografía - maravillosa - la puesta en escena... en fin. Para mí, y nuevamente es mi opinión, una obra maestra exquisita, delicada, amorosa ( a pesar de todo ), y hermosa.
Branagh, por fin, se desprendió de Shakespeare. Y nos devuelve a un señor irlandés, un intelectual de fuste, de una inteligencia infinita, un artista como pocos delante y detrás de cámara que ha decidido abrir su corazón y mostrarlo. Que sepan qué ha sentido y se siente ser un refugiado forzoso, un niño que junto a sus padres debe huir de su hogar en busca de un futuro mejor.
La película está dedicada a los que se quedaron, a los que se fueron, y a los que sobrevivieron. Porque todo se reduce a eso: Ser.
Les deseo muy felices fiestas.
Y en 2022 nos encontraremos con mas reseñas a la Mr. Bones ( que debería ser mi nick, pero no es posible, hace unos años me explicaron que se confundiría con el nick del ex moderador Mr. Jones - un amigo muy querido -. )
No deseo dejar pasar la ocasión de dar las gracias nuevamente al administrador del foro, Anton-Goldoff ( sé que lee, aunque no participe ) por darme esta nueva oportunidad de ser parte de RE. Porque nuevamente, y luego de un largo impasse de varios años, me dio otra oportunidad, oportunidad que se materializó a partir de junio de 2019.
Cuídense.
Dejo trailer.
Gracias por pasar por el hilo. Que sigan bien.
En esta última reseña cinematográfica del año ( luego no digan que no soy buena, descansarán unos días de esta implacable y ácida señora de las montañas que sangran ) le ha tocado el turno a Belfast, la última película dirigida, escrita y producida por ese enorme genio irlandés ( como él se considera a sí mismo... ) de Sir Kenneth Branagh.
La ví dos veces: el viernes, y hoy.
El viernes en la función de la tarde ( 1.40 ) y hoy a la mañana ( 11.15 ).
El viernes éramos unos diez: mis cuñados, nosotros, el plomero y su hermana mayor de visita por navidades - esas cosas de vivir en un pueblo y uno se encuentra con los vecinos aquí y allá -; una pareja no identificada en sus setentas y otro grupo de 3 o 4 mayores que entraron a punto de empezar la película.
Hoy éramos no mas de diez, otra vez: otra vez mis cuñados, y otra vez nosotros, y la dueña de la panadería ( el pan de Sage es exquisito... ); y otros seres humanos o androides ( ¿ o quizás robots...? ) que peinaban canas, con ropa formal, y muchas arrugas. No sé, dado lo tenue de la luz no he podido fijarme bien si estos autómatas eran parte de los sueños disparatados de Elon Musk ( cada vez que lo escucho hablar, no sé si es, o se hace... ) o si son sobrevivientes, como nosotros, de esta catástrofe planetaria hiperconectada y en quemazón constante.
Ardemos, pero lento y sin que se note.
Qué es lo que deseo decir con ésto de los que fuimos al cine a ver Belfast: el cine tradicional, el de películas no pochocleras, está en terapia intensiva y desconozco cómo se podrá salvar de la tormenta perfecta de las plataformas digitales-streaming-payperview y sus misceláneas.
Permítanme ser negativa al respecto. Con todos los millones gastados en Belfast ( muchos ) y la casi nula recaudación, los productores deben están dándose garrotazos en la cabeza.
El otro día leí que esa dupla que tanto me gusta, Ben Affleck y Matt Damon, pusieron mas de 20 millones cada uno en The Last Duel, que se encamina a ser el mayor fracaso comercial del cine tradicional fuera de plataformas digitales del 2021. Igual, me dirán, 20 millones para estos muchachos no es nada...
Como decía: en mi entender y parecer, el cine tradicional no pochoclero y por fuera de plataformas digitales está en terapia intensiva en todos los aspectos: en el generacional, en el formal, en el comercial, en el estético, en el estilo, en la forma. Estoy segura que Kenneth Branagh lo tuvo en cuenta. Pero como tiene ya muchos millones para sus caprichos, se largó con Belfast, y el que la quiera ver, que la vea.
Paradójicamente, y en el mismo cine, y en las otras salas ( algo sobre Spiderman y el no se qué; y creo que un refrito de Ghostbusters... ) las entradas estaban agotadísimas, pochoclos por el piso y por la ropa y por los aires, y una incesante sensación que un Carnaval Carioca estaba haciendo vibrar la estructura del multicine con esos trastos grandes llenos de palomitas, tarros de gaseosas generosas y pegajosas, risotadas y chillidos.
No lo creerán: no tengo nada contra el pochoclo, ni las gaseosas ( me he prometido que antes de pasar al otro barrio probaré el uno y el otro... ). Pero quizás, si al menos en la sala los crunch-crunch y los shhuu shhuu y los sonoros y poco decentes eructos y otros sonidos menos elegantes se pudiesen minimizar y/o hacer menos audibles... Durante años he probado convivir con el crunch del pródigo maíz y el shhuu de la Coca Cola que sube por el sorbete justo al lado de mi oreja, en vano. No puedo, chicos, no puedo.
Voy por Belfast.
Brillante.
Kenneth Brannagh ya no tiene que demostrar nada, o al menos eso pensé hasta ver Belfast.
La historia personal de Brannagh es la película, una autobiografía de la que el mismo Branagh se corre, para hacerla casi ficción: ese niño de 9 años, clavado en 1969, y su confusión al ver que de la noche a la mañana su barrio es una trinchera y entra en guerra; y sus amor por los abuelos, y una niña hermosa e imposible; y su angustia al darse cuenta que esta violencia religiosa es terrible y temible, o se es parte o enemigo - no hay lugar para medias tintas-; y sus padres que terminan huyendo de la violencia hacia Inglaterra; y el odio que terminó desangrando a un pueblo entero en un conflicto absurdo y que aún no ha cicatrizado.
Branagh ( que filmó en blanco y negro, y también con toques de color ) no trata de explicar lo que no tiene explicación, sino que se concentra en pintar un cuadro animado a partir de metáforas donde la música, las relaciones de familia, la escuela, la iniciación en los pequeños delitos y la fascinación por el cine, la TV, la carrera espacial y las películas del Oeste marcan a fuego al niño que de pronto debe crecer de golpe y dejar atrás todo lo que ama y desea. Y a volver a empezar.
Ya saben: Branagh es la reencarnación de Shakespeare. O Shakespeare es Branagh ( es un chiste viejo, ya sé... ).
Pero acá no hay Shakespeare. Acá hay un corazón irlandés que ha sangrado mucho, que ha sufrido la tormentosa experiencia en carne viva de una guerra religiosa; que de un día para otro aterrizó en un país en el que los irlandeses no son bienvenidos; y que a sus 9 años tuvo que tragarse un exilio del que aún no ha salido.
Cito textual a Branagh: "I feel Irish. I don't think you can take Belfast out of the boy".
El elenco es luminoso, compacto y generoso: el lindo de Jamies Dornan, los eternos Judi Dench y Ciarán Hinds, y los otros nombres no me acuerdo. Pero todos, también el niño, superlativos. Música de otro señor que bien sabe de la violencia encarnizada de Irlanda del Norte: Van Morison. Y la cinematografía, vestuario, edición, fotografía - maravillosa - la puesta en escena... en fin. Para mí, y nuevamente es mi opinión, una obra maestra exquisita, delicada, amorosa ( a pesar de todo ), y hermosa.
Branagh, por fin, se desprendió de Shakespeare. Y nos devuelve a un señor irlandés, un intelectual de fuste, de una inteligencia infinita, un artista como pocos delante y detrás de cámara que ha decidido abrir su corazón y mostrarlo. Que sepan qué ha sentido y se siente ser un refugiado forzoso, un niño que junto a sus padres debe huir de su hogar en busca de un futuro mejor.
La película está dedicada a los que se quedaron, a los que se fueron, y a los que sobrevivieron. Porque todo se reduce a eso: Ser.
Les deseo muy felices fiestas.
Y en 2022 nos encontraremos con mas reseñas a la Mr. Bones ( que debería ser mi nick, pero no es posible, hace unos años me explicaron que se confundiría con el nick del ex moderador Mr. Jones - un amigo muy querido -. )
No deseo dejar pasar la ocasión de dar las gracias nuevamente al administrador del foro, Anton-Goldoff ( sé que lee, aunque no participe ) por darme esta nueva oportunidad de ser parte de RE. Porque nuevamente, y luego de un largo impasse de varios años, me dio otra oportunidad, oportunidad que se materializó a partir de junio de 2019.
Cuídense.
Dejo trailer.
Gracias por pasar por el hilo. Que sigan bien.