flandecoco
Novat@
Sin verificar
Como la mayoría de foreros, imagino, soy un producto del siglo pasado. Sin dar demasiados detalles, aún no he llegado a reserva, pero ya podría considerarme crianza. El mundo al que vine poco tiene que ver con el que hoy habito y, aunque suene a tópico, creo que hace unos años las cosas estaban mejor.
En los últimos tiempos me cruzo cada vez más con adultos nacidos en el siglo XXI. Para ellos, mi música o mis series favoritas son productos de otra época. A los humanos nos encanta clasificarlo todo, quizá por la necesidad de ordenar una realidad cada vez más cambiante, pero dejemos la filosofía.
Como no podía ser de otra manera, la relojería también evoluciona al ritmo de las modas, las necesidades y la tecnología de cada época. Pocos cambios fueron tan drásticos como la irrupción del cuarzo, algo especialmente pertinente estos días, ya que el reloj de pulsera de cuarzo nació de la mano de Seiko un 25 de diciembre de 1969. Aprovecho la ocasión para desearos unas felices fiestas a todos!!! 🎄🎅🎁⌚
Aunque el resonador de cuarzo puso fin a una tradición relojera de siglos, no debemos olvidar que los relojes son, ante todo, herramientas de medida del tiempo y, como tales, deben cumplir una función útil. Los relojes de cuarzo surgieron en un mundo en el que el reloj era un objeto necesario para la vida diaria. Un mundo en el que, al alcanzar la edad adulta, lo habitual era recibir un reloj mecánico sencillo que acompañaba a su dueño durante años. Eran productos relativamente caros, por lo que la mayoría de personas sólo podía permitirse uno y lo conservaba tanto como podía.
El cuarzo llegó para eliminar de golpe los grandes retos de la relojería tradicional: la precisión y el almacenamiento de energía. Además, permitió desarrollar calibres cada vez más simples, funcionales y baratos. Todo eran ventajas: una herramienta mejor, más precisa, más económica y con menor mantenimiento.
La gran transformación del reloj, de herramienta a accesorio, fue consecuencia directa de ese abaratamiento masivo. De pronto, dejó de tener sentido competir por quién conseguía el mecanismo más preciso o complicado. Ante este nuevo escenario, los fabricantes o se reinventaron o desaparecieron. De ese proceso transformativo (y de selección natural) nació el concepto de reloj actual como bien de consumo estético, capaz de expresar la individualidad de quien lo porta. Si bien es cierto que el reloj mecánico nunca dejó de existir como forma de expresión, fue el cuarzo el que permitió la transformación conceptual y el abaratamiento generalizado de las piezas, haciendo posible una aproximación más democrática a la relojería y, por tanto, al coleccionismo como afición no reservada solo a los más privilegiados.
Mientras el mercado civil abrazaba el reloj como accesorio y objeto de expresión personal, el ámbito militar se mantuvo fiel a una idea mucho más simple y pragmática: el reloj como herramienta. Una herramienta de la que, en ocasiones, puede depender la vida del usuario. El romanticismo de la mecánica tenía poco peso frente a la necesidad de sincronización exacta, fiabilidad en condiciones adversas y facilidad de reemplazo. Un soldado necesitaba que su reloj funcionara siempre, con independencia de la humedad, la temperatura, los golpes o el descuido. Y en eso, los relojes de cuarzo demostraron ser imbatibles.
Así nacieron y se consolidaron relojes eminentemente utilitarios, en muchos casos anónimos, fabricados bajo estrictas especificaciones militares y pensados para cumplir una función concreta, no para perdurar como objeto de deseo. Paradójicamente, esa ausencia total de pretensión estética es lo que hoy los hace tan atractivos.
En un mercado saturado de reediciones, storytelling forzado y precios cada vez más difíciles de justificar, los relojes militares de cuarzo representan una vuelta a lo esencial. Son relojes honestos, diseñados sin concesiones, que no pretenden ser otra cosa que lo que son. Quizá por eso empiezan a despertar un interés renovado entre coleccionistas cansados del artificio, lo que explica el incremento notable del precio de algunas piezas.
Tal vez estemos asistiendo, sin darnos cuenta, al nacimiento del próximo “hype”. No uno basado en el lujo ni en la nostalgia impostada, sino en la reivindicación del reloj como herramienta pura. Al menos, a mí me han cautivado. Como coleccionista, además, tienen otras ventajas nada desdeñables: son piezas fáciles de mantener e identificar y, en muchos casos, perfectamente utilizables en el día a día. Eso sí, ya se consideran vintage y merecen las precauciones lógicas que ello implica.
Y ahora, para disfrute de todos, os subo fotos de algunas piezas de mi colección. Saludos a todos.
CWC G10 "Fatboy", 1980. Correa: The Vintage Watch Company, WachGecko.
Seiko Royal Air Force (RAF) generation 1, referencia 7A28-7120, 1984. Correa: Select-Heure, Esprit Nato.
CWC Royal Navy (RN) 300, 1994. Correa: Blue Grey G10, Esprit Nato.
En los últimos tiempos me cruzo cada vez más con adultos nacidos en el siglo XXI. Para ellos, mi música o mis series favoritas son productos de otra época. A los humanos nos encanta clasificarlo todo, quizá por la necesidad de ordenar una realidad cada vez más cambiante, pero dejemos la filosofía.
Como no podía ser de otra manera, la relojería también evoluciona al ritmo de las modas, las necesidades y la tecnología de cada época. Pocos cambios fueron tan drásticos como la irrupción del cuarzo, algo especialmente pertinente estos días, ya que el reloj de pulsera de cuarzo nació de la mano de Seiko un 25 de diciembre de 1969. Aprovecho la ocasión para desearos unas felices fiestas a todos!!! 🎄🎅🎁⌚
Aunque el resonador de cuarzo puso fin a una tradición relojera de siglos, no debemos olvidar que los relojes son, ante todo, herramientas de medida del tiempo y, como tales, deben cumplir una función útil. Los relojes de cuarzo surgieron en un mundo en el que el reloj era un objeto necesario para la vida diaria. Un mundo en el que, al alcanzar la edad adulta, lo habitual era recibir un reloj mecánico sencillo que acompañaba a su dueño durante años. Eran productos relativamente caros, por lo que la mayoría de personas sólo podía permitirse uno y lo conservaba tanto como podía.
El cuarzo llegó para eliminar de golpe los grandes retos de la relojería tradicional: la precisión y el almacenamiento de energía. Además, permitió desarrollar calibres cada vez más simples, funcionales y baratos. Todo eran ventajas: una herramienta mejor, más precisa, más económica y con menor mantenimiento.
La gran transformación del reloj, de herramienta a accesorio, fue consecuencia directa de ese abaratamiento masivo. De pronto, dejó de tener sentido competir por quién conseguía el mecanismo más preciso o complicado. Ante este nuevo escenario, los fabricantes o se reinventaron o desaparecieron. De ese proceso transformativo (y de selección natural) nació el concepto de reloj actual como bien de consumo estético, capaz de expresar la individualidad de quien lo porta. Si bien es cierto que el reloj mecánico nunca dejó de existir como forma de expresión, fue el cuarzo el que permitió la transformación conceptual y el abaratamiento generalizado de las piezas, haciendo posible una aproximación más democrática a la relojería y, por tanto, al coleccionismo como afición no reservada solo a los más privilegiados.
Mientras el mercado civil abrazaba el reloj como accesorio y objeto de expresión personal, el ámbito militar se mantuvo fiel a una idea mucho más simple y pragmática: el reloj como herramienta. Una herramienta de la que, en ocasiones, puede depender la vida del usuario. El romanticismo de la mecánica tenía poco peso frente a la necesidad de sincronización exacta, fiabilidad en condiciones adversas y facilidad de reemplazo. Un soldado necesitaba que su reloj funcionara siempre, con independencia de la humedad, la temperatura, los golpes o el descuido. Y en eso, los relojes de cuarzo demostraron ser imbatibles.
Así nacieron y se consolidaron relojes eminentemente utilitarios, en muchos casos anónimos, fabricados bajo estrictas especificaciones militares y pensados para cumplir una función concreta, no para perdurar como objeto de deseo. Paradójicamente, esa ausencia total de pretensión estética es lo que hoy los hace tan atractivos.
En un mercado saturado de reediciones, storytelling forzado y precios cada vez más difíciles de justificar, los relojes militares de cuarzo representan una vuelta a lo esencial. Son relojes honestos, diseñados sin concesiones, que no pretenden ser otra cosa que lo que son. Quizá por eso empiezan a despertar un interés renovado entre coleccionistas cansados del artificio, lo que explica el incremento notable del precio de algunas piezas.
Tal vez estemos asistiendo, sin darnos cuenta, al nacimiento del próximo “hype”. No uno basado en el lujo ni en la nostalgia impostada, sino en la reivindicación del reloj como herramienta pura. Al menos, a mí me han cautivado. Como coleccionista, además, tienen otras ventajas nada desdeñables: son piezas fáciles de mantener e identificar y, en muchos casos, perfectamente utilizables en el día a día. Eso sí, ya se consideran vintage y merecen las precauciones lógicas que ello implica.
Y ahora, para disfrute de todos, os subo fotos de algunas piezas de mi colección. Saludos a todos.
CWC G10 "Fatboy", 1980. Correa: The Vintage Watch Company, WachGecko.
Seiko Royal Air Force (RAF) generation 1, referencia 7A28-7120, 1984. Correa: Select-Heure, Esprit Nato.
CWC Royal Navy (RN) 300, 1994. Correa: Blue Grey G10, Esprit Nato.