
Navas
Forer@ Senior
Sin verificar
Hay decisiones que parecen obvias, hasta que te pruebas el reloj. Durante meses estuve convencido de que acabaría comprando un Rolex OP de 36 mm. Era la opción lógica para lo que buscaba: diseño limpio, herencia deportiva, tamaño contenido. Pero al ponérmelo, la lógica se desvaneció. Me parecía demasiado pequeño para su carácter deportivo. El de 41 mm, aunque espectacular, lo sentía demasiado grande para lo que buscaba.
Entonces pasé al DJ de 36 mm. Todo encajaba: proporciones, estética, versatilidad. Pero el precio, con el bisel estriado que considero imprescindible, lo dejaba fuera del radar. Así que empecé a mirar más allá.
Cartier había estado en mi radar por otros motivos. Siempre me gustó su enfoque de diseño: elegante sin pretensiones, clásico sin caer en lo obvio. Durante varias visitas a la joyería me fui probando el Tank, el Santos mediano y el Dumont. El Tank llevaba un tiempo tentándome, pero era demasiado formal para mi día a día, lo que le restaba versatilidad. Además, el precio para ser un cuarzo me echaba para atrás. El Santos mediano tenía un tamaño perfecto, gran equilibrio… pero no terminaba de hacer clic. La continuidad entre el bisel y el brazalete no me gustaba nada. El Dumont era una propuesta interesante, pero no me terminaba de enamorar.
Y entonces, como sucede con las buenas historias, apareció algo inesperado en mi IG: el Cartier Santos Galbée 2823. Una referencia ya descatalogada. Con solo ver un par de fotos, supe que necesitaba saber más.
El Galbée XL es una versión moderna de un clásico. Combina la historia centenaria del Santos con una caja curvada que se ajusta a la muñeca de forma natural (de ahí el nombre de Galbée), una esfera limpia con números romanos y el icónico minutero tipo chemin de fer. Sus 32 mm se llevan como si fuese un 36, y su brazalete de acero con tornillos vistos tiene presencia, pero no es ostentoso. Y lo más importante: tiene alma.
Empecé a buscarlo. Leí todo lo que encontré, repasé artículos antiguos, vi vídeos, comparé unidades. Fue la primera vez que disfruté de verdad del proceso de búsqueda. Hasta entonces, mi relación con los relojes era más pragmática: investigar, probar y, si todo encajaba, comprar. Esta vez, el camino fue parte del encanto.
Y hace poco, la suerte me sonrió. Encontré un Galbée en estado impecable, recientemente revisado, con su dotación completa y todos los eslabones. Fue verlo, comprobar que todo estaba en orden, y saber que era El Reloj.
Una semana después, no consigo quitarmelo de la muñeca. Es uno de esos relojes que puedes llevar con camiseta o con americana, con zapatillas o con zapatos. Tiene ese equilibrio entre lo sport y lo elegante que no es tan fácil como parece de encontrar. Un auténtico y sorprendente CUCO
Un reloj realmente especial
Entonces pasé al DJ de 36 mm. Todo encajaba: proporciones, estética, versatilidad. Pero el precio, con el bisel estriado que considero imprescindible, lo dejaba fuera del radar. Así que empecé a mirar más allá.
Cartier había estado en mi radar por otros motivos. Siempre me gustó su enfoque de diseño: elegante sin pretensiones, clásico sin caer en lo obvio. Durante varias visitas a la joyería me fui probando el Tank, el Santos mediano y el Dumont. El Tank llevaba un tiempo tentándome, pero era demasiado formal para mi día a día, lo que le restaba versatilidad. Además, el precio para ser un cuarzo me echaba para atrás. El Santos mediano tenía un tamaño perfecto, gran equilibrio… pero no terminaba de hacer clic. La continuidad entre el bisel y el brazalete no me gustaba nada. El Dumont era una propuesta interesante, pero no me terminaba de enamorar.
Y entonces, como sucede con las buenas historias, apareció algo inesperado en mi IG: el Cartier Santos Galbée 2823. Una referencia ya descatalogada. Con solo ver un par de fotos, supe que necesitaba saber más.
El Galbée XL es una versión moderna de un clásico. Combina la historia centenaria del Santos con una caja curvada que se ajusta a la muñeca de forma natural (de ahí el nombre de Galbée), una esfera limpia con números romanos y el icónico minutero tipo chemin de fer. Sus 32 mm se llevan como si fuese un 36, y su brazalete de acero con tornillos vistos tiene presencia, pero no es ostentoso. Y lo más importante: tiene alma.
Empecé a buscarlo. Leí todo lo que encontré, repasé artículos antiguos, vi vídeos, comparé unidades. Fue la primera vez que disfruté de verdad del proceso de búsqueda. Hasta entonces, mi relación con los relojes era más pragmática: investigar, probar y, si todo encajaba, comprar. Esta vez, el camino fue parte del encanto.
Y hace poco, la suerte me sonrió. Encontré un Galbée en estado impecable, recientemente revisado, con su dotación completa y todos los eslabones. Fue verlo, comprobar que todo estaba en orden, y saber que era El Reloj.
Una semana después, no consigo quitarmelo de la muñeca. Es uno de esos relojes que puedes llevar con camiseta o con americana, con zapatillas o con zapatos. Tiene ese equilibrio entre lo sport y lo elegante que no es tan fácil como parece de encontrar. Un auténtico y sorprendente CUCO
Un reloj realmente especial
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