albert76
Forer@ Senior
Sin verificar
Noche obligada de sociedad. Entre los relojes de la gente destacan, entre los modernos, relojes enormes que no logro identificar; y, entre los que se las dan de ricos, relojes preciosos llevados de esa manera tan irritante y ostentosa que dice: “aquí estamos yo y mi reloj”. No sé qué me irrita más, los pelucos inverosímiles y completamente faltos de ningún sentido o los fanfarrones que calzan suizos de lujo con la única ilusión de sentirse importantes y reforzar su aspecto de papanatas.
Ambas cosas me aburren, me fastidian y me provocan una oceánica vergüenza ajena. En fin, pasa a veces: conversaciones banales, cócteles que pretenden inventar sabores, canapés que lo único de bueno que tienen es la exquisita bandeja en la que se sirven, gente que lleva un TAG y no sabe ni decirte qué calibre es...
Volvemos para casa, riendo y comentando las diversas imposturas con las que hemos tenido que enfrentarnos. Tras eventos así me siento vacío ypropongo ir a pié para coger aire. Mi novia está de acuerdo, pero tras unos minutos nos viene un taxi de cara y decidimos llamarlo. Los taxis de Barcelona tienen algo especial, sobre todo por la noche. Oscuros como la noche, se dan un aire elegante, de eficacia contrastada. Siempre que estoy fuera los hecho de menos cuando salgo de copas. Los taxis blancos me parecen de mentirijilla.
Es un choche espacioso y el taxista amable, silencioso, perfumado. El taxi huele bien y rezuma calidad. Acabados buenos. Como deberían ser todos los taxis. En la radio comentan la victoria del Barça, su nuevo estilo de juego y el rol de no estrella que se ve obligado a adoptar Neymar. El Barça, la Diagonal, un taxi negro avanzando en la oscuridad. El taxista, joven, bien vestido y poco locuaz, conduce con suavidad, apenas frena en los semáforos, acelera acariciando el pedal, igual como me acaricia el aire que entra por el resquicio abierto de mi ventanilla. Es un viaje que invita al sueño, de esos en los que los niños y los borrachos se duermen.
Veo que en su muñeca lleva un Seiko crono. Uno de estos Seiko preciosos conocidos como speedmaster. Soberbio, precioso armys, cuarzo japonés ¿y qué? Me viene a la cabeza toda la estupidez y la banalidad que rodea en ocasiones a los relojes, concentrada en el evento social del que vengo. Comparo mentalmente a esa gente con este taxista. Él no aspira a lucir nada en su muñeca. Aspira a saber la hora y llevar un reloj digno y bonito, sin más pretensiones.
Le pregunto por el reloj y se muestra sorprendido, supongo que nadie antes lo había hecho. Le digo que Seiko es una de las grandes marcas de relojes del mundo, y él me dice que no lo cree, pero que prefiere llevar un Seiko que un Rolex. “Hay mucho mangui por la noche...”, me comenta. Nos reímos. Me explica que siempre ha tenido Seikos y que su abuelo ya los usaba. Hablamos de los japoneses, de su carácter. Por su trabajo, me comenta que conoce a muchos y que son unos clientes excelentes. Hablamos de las Olimpiadas del 2020, del sushi, del recatamiento de los orientales...
Salimos del taxi y me doy cuenta de que con la conversación he conseguido dejar atrás todo ese mundo de snobs y comemundos de latón. Seiko siempre estará ahí y por suerte nunca abundará en las reuniones de modernillos ni de pseudoforbes, Seiko siempre existirá para recordarnos el verdadero placer y la verdadera historia de los relojes.
Ambas cosas me aburren, me fastidian y me provocan una oceánica vergüenza ajena. En fin, pasa a veces: conversaciones banales, cócteles que pretenden inventar sabores, canapés que lo único de bueno que tienen es la exquisita bandeja en la que se sirven, gente que lleva un TAG y no sabe ni decirte qué calibre es...
Volvemos para casa, riendo y comentando las diversas imposturas con las que hemos tenido que enfrentarnos. Tras eventos así me siento vacío ypropongo ir a pié para coger aire. Mi novia está de acuerdo, pero tras unos minutos nos viene un taxi de cara y decidimos llamarlo. Los taxis de Barcelona tienen algo especial, sobre todo por la noche. Oscuros como la noche, se dan un aire elegante, de eficacia contrastada. Siempre que estoy fuera los hecho de menos cuando salgo de copas. Los taxis blancos me parecen de mentirijilla.
Es un choche espacioso y el taxista amable, silencioso, perfumado. El taxi huele bien y rezuma calidad. Acabados buenos. Como deberían ser todos los taxis. En la radio comentan la victoria del Barça, su nuevo estilo de juego y el rol de no estrella que se ve obligado a adoptar Neymar. El Barça, la Diagonal, un taxi negro avanzando en la oscuridad. El taxista, joven, bien vestido y poco locuaz, conduce con suavidad, apenas frena en los semáforos, acelera acariciando el pedal, igual como me acaricia el aire que entra por el resquicio abierto de mi ventanilla. Es un viaje que invita al sueño, de esos en los que los niños y los borrachos se duermen.
Veo que en su muñeca lleva un Seiko crono. Uno de estos Seiko preciosos conocidos como speedmaster. Soberbio, precioso armys, cuarzo japonés ¿y qué? Me viene a la cabeza toda la estupidez y la banalidad que rodea en ocasiones a los relojes, concentrada en el evento social del que vengo. Comparo mentalmente a esa gente con este taxista. Él no aspira a lucir nada en su muñeca. Aspira a saber la hora y llevar un reloj digno y bonito, sin más pretensiones.
Le pregunto por el reloj y se muestra sorprendido, supongo que nadie antes lo había hecho. Le digo que Seiko es una de las grandes marcas de relojes del mundo, y él me dice que no lo cree, pero que prefiere llevar un Seiko que un Rolex. “Hay mucho mangui por la noche...”, me comenta. Nos reímos. Me explica que siempre ha tenido Seikos y que su abuelo ya los usaba. Hablamos de los japoneses, de su carácter. Por su trabajo, me comenta que conoce a muchos y que son unos clientes excelentes. Hablamos de las Olimpiadas del 2020, del sushi, del recatamiento de los orientales...
Salimos del taxi y me doy cuenta de que con la conversación he conseguido dejar atrás todo ese mundo de snobs y comemundos de latón. Seiko siempre estará ahí y por suerte nunca abundará en las reuniones de modernillos ni de pseudoforbes, Seiko siempre existirá para recordarnos el verdadero placer y la verdadera historia de los relojes.
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