Perdón, en efecto, XIX.
¿Que quieres que te diga?. Se hicieron millones de este tipo de máquinas, tanto en su formato circular como cuadrado.
El arte de la relojería es, además de la máquina como símbolo de lo que es posible hacer artesanalmente, o con medios muy reducidos, la caja como arte decorativa, en consecuencia, la fusión de dos artes que dan como resultado un objeto que nos inspira una sensación indefinible de agrado por la estética y su funcionalidad, o si lo prefieres, por la funcionalidad y su estética. Muy en la línea del romanticismo del XIX, en lo que a las ciencias humanas se refiere, y muy en línea con la sociedad convulsa de la revolución industrial, en la que una burgesía acomodada demandaba objetos como el reloj de tu abuelo.
Se hicieron, formando parte de este tipo de máquina, y buscando la fusión, aún más definida de la estética con la funcionalidad, estas máquinas de áncora vista, algo impúdicas, ya que mostraban, con cierto grado de impudor, el secreto de la medición del tiempo, pero sin mostrar el íntimo secreto de como conservar el movimiento.
Tiempos pasados, en los cuales las personas tenían una sensibilidad que hoy en día es casi inexistente (la gente vende los relojes de familia porque no saben como repartir las herencias), sensibilidad que sustentaba a unos artesanos que llenaron el mundo de obras de arte y que el mundo definió como arte de segunda categoría. Equivocadamente.
Respecto la máquina, si la cuidas la verás funcionar toda tu vida, y tus hijos también. Tendrás el placer de escuchar el mismo sonido que escuchó tu abuelo y tu padre, o madre.
¿Que te puedo decir que tu ya no sepas? ¿Acaso te importa su valor? ¿Acaso no tiene el valor que le dió tu abuelo y que tú mismo le das?
Cuidaló, que merece la pena.
¡Disfrútalo!