Hay dos tipos de mantenimiento, el preventivo y el correctivo.
El preventivo:
Las piezas mecánicas están sujetas a desgaste por el uso. Para reducir dicho desgaste se emplean distintas técnicas: diseños que favorecen la rodadura vs el deslizamiento, acabados pulidos, tratamiento térmicos/químicos superficiales, empleo de materiales con baja fricción... y sobre todo, diversos tipos de lubricantes. Pues bien, el aceite que se emplea en los relojes caduca, pierde propiedades por el uso y por el paso del tiempo. Igual que en un coche. E igual que en un coche es conveniente cambiarlo para evitar que se te queme el motor. Y ese es el problema de los relojes, que pueden seguir funcionando, pero te puedes estar cargando la maquinaria por dentro. Y el día que se pare el reloj, habrá que pasar al mantenimiento correctivo. Con suerte te podrán cambiar las piezas, pero seguro que a mucho mayor coste que al de un mantenimiento preventivo. (por si acaso hay "fumadores", siempre se busca un equilibrio entre el coste de uno y otro, pero vaya, en líneas generales, es preferible el preventivo al correctivo)
Lo mismo se debe decir de las juntas estancas, etc. (comparable a los limpia parabrisas del coche, que de vez en cuando los tienes que cambiar porque sino no ves cuando llueve).
Y todo esto, sin pensar en que en algún momento dado le has podido dar un golpe al reloj.
En cuanto a que mejor que no te toquen el reloj; igual que con el coche. Si lo llevas al típico chapuzas pues evidentemente el reloj puede acabar con la esfera arañada, los tornillos sin cabeza y catorce mil cosas más. Pero si lo llevas al servicio técnico, además de asegurarte que quien te lo va a revisar sabe y entiende del modelo que le llevas, tendrás una estupenda garantía de un año por si acaso algo sale mal.
Y como premio por aguantar el rollo del abuelito cebolla, una anécdota: una carta al director de la revista Motociclismo (de hace unos 20 años) preguntando por qué aceite ponerle a su Yamaha, que llevaba ya 100 mil Km y creía que podría ser conveniente cambiárselo. El director le contestaba que no se molestara; que desmontara el motor y se lo enviara a Yamaha para su museo, porque desde luego que era la mejor publicidad de su calidad de fabricación.