Esta tarde me he quedado pensando
, si este autor, Rafael Chirbes, habla de manos llenas de tinta, etc, seguro que es porque lo conoce bien, ... y eh voilà, efectivamente, en su blog hay artículos sobre la escritura con estilográfica y la utilización de cuadernos, etc.
A lo mejor, hasta lee el foro jeje
. Por cierto, su novela "Crematorio" ha sido considerada por los lectores de ABC como la segunda mejor novela española del siglo XXI tras "La muerte del Chivo" de Vargas Llosa. La muerte del chivo es impresionante, la verdad, buff.
Crematorio es una novela escrita de una forma peculiar, densa, sin una trama bien definida, que te hace reflexionar y no te deja indiferente, estoy todavía con ella.
Ahí van las notas escritas por Rafael Chirbes a modo de Diario para la Revista eñe, espero que os gusten:
Diario de Eñe
Rafael Chirbes
Textos ventaneros
Del 3 al 14 de julio de 2009
3 de julio
A veces pienso que, si escribo algo que se parece a un diario, y lo hago
a mano, y no en la pantalla del ordenador, es nada más que para poder
utilizar los cuadernos y plumas que compro. Los escaparates de las
papelerías y las —hoy inaccesibles: llevo tres años en crisis— tiendas
de estilográficas son los únicos templos del consumo que me han atraído.
En Sacristán, en la madrileña calle Mayor, me he dejado unos cuantos
sueldos, comprando plumas que me empeño en llevar encima a todas
horas hasta que acabo perdiéndolas: atracción fatal. A cada pérdida
le sucede un pequeño terremoto doméstico: busco desesperadamente
en los bolsillos de las chaquetas, en las maletas y en las mochilas; registro
los cajones que no he abierto desde hace meses; inspecciono bajo mesas,
armarios y camas. Me cuesta aceptar que ha vuelto a abandonarme la que
yo creía compañera inseparable.
Llenar, utilizando la estilográfica, las páginas de un cuaderno,
de noche, tarde, en el silencio de mi casa, habitante exclusivo del
mundo, me aporta un tipo de sentimientos de esos que ponemos
en el campo semántico de la felicidad, a pesar de que dicha escritura
resulte más bien poco provechosa. En primer lugar, porque soy de los
que para ajustar una frase coherente necesito escribirla diez o doce
veces (qué difícil es el viaje de la cabeza al papel, lo dijo Kafka), borrar,
romper, reintentar: o sea, que estos cuadernitos expresan algo más
parecido al vagido de un niño que a lo que entendemos por un texto.
Sirven como borradores, sin que tampoco a la hora de cumplir esa tarea
resulten un soporte firme: soy torpe, así que no es infrecuente que
se derrame sobre ellos algún vaso de agua o alguna taza de café y se lleve
consigo unas cuantas frases, algún párrafo; a veces, páginas enteras.
Las tintas contemporáneas son —signo de los tiempos— delebles (lo
tengo comprobado). Last but non least: tengo una letra espantosa, que
no consiguieron corregir la infinidad de ejercicios en los pautados
cuadernos de caligrafía a que me obligaron los maestros. Cuando,
pasados unos días, intento releer lo que he escrito, no pocas veces resulta
que no entiendo lo que pone. O sea, que escribo a pluma y en cuadernos
por el puro vicio de hacerlo, a pesar de que lo cómodo y razonable
es escribir y corregir en la pantalla del ordenador.
5 de julio
La afición por las estilográficas y los cuadernos revela quizá misteriosos
estratos del Peter Pan que me acompaña, melancolía de infantiles
plumieres de dos pisos, del olor de tiza y tinta de la primera escuela
que pisé; añoranza de las libretas que usábamos para la caligrafía,
que tan mal se me dio y se me sigue dando. En cuanto viajo, busco
las buenas papelerías en las ciudades que visito y compro cuadernos
que no quiero que se me queden sin usar, y en los que anoto frases que
tomo de los libros que leo, o alguna idea que se me ocurre. Cuando
no estoy escribiendo ninguna novela, me hago la ilusión de que los
cuadernos se convierten en pequeños depósitos que se van llenando con
el combustible que la alimentará; desordenados almacenes de materiales:
una vez vampirizados, descuartizados, tazados y picados, gran parte
de su contenido se traslada al nuevo libro, y lo que se salva de ellos
queda como testigo de manipulaciones vergonzosas: no muestro ningún
escrúpulo en arrancarles decenas de hojas; o en romperlos o quemarlos
en la estufa una vez que se han quedado exhaustos. Consiguen el indulto
los que guardan notas que aún no han encontrado sitio en las novelas.
A esos viejos cautivos que todavía duermen sobre la mesa, o encerrados
en cajones, van añadiéndoseles los flamantes recién comprados
y garabateados, con los que se repite el fugaz idilio, siempre
representado con el mismoatrezzo: la noche en calma, el susurro del
plumín sobre el papel, la tinta fijándose mientras le cambia suavemente
el color, ese gozo que no puedo permitirme al escribir novelas. Las
novelas no toleran esas artimañas seductoras. Me tratan con el rigor
de los amores estables, son esposas exigentes. Nacen en esa incómoda
cama de fakir que guardan las alcobas conyugales, o en un duro banco
de galeote; y también surgen de retorcidos esfuerzos los artículos que
me encargan, desabrida tarea aplazada hasta el último momento: no hay
placer (ni noche en calma, ni nada que se le parezca) cuando escribo algo
que ha de airearse a plena luz del día, la escritura de uso público: ni siquiera hay cuadernos y estilográficas.
La frialdad de la letra de la máquina de escribir (antes) y del ordenador (ahora) me ha
permitido buscar una voz que sólo he llegado a creerme cuando me ha parecido escritura
de otro. No me fío de mi letra, porque desconfío de mí.
Unas fotos de chirbes firmando libros con estilográfica, ¿parece una pelikan, no?
Espero que os hayan gustado tanto como a mí.
Aquí éstos y otros textos del autor en pdf:
https://www.elboomeran.com/upload/ficheros/noticias/diariochirbes.pdf
Un saludo