bilhana
Milpostista
Sin verificar
Hace tiempo que no venía por aquí, espero que no me tengáis en cuenta la ausencia...
No sé si os ha pasado, estar encerrado en casa unos meses me ha confirmado aquella expresión inglesa… ‘the devil finds work for idle hands’ El diablo ha encontrado mis manos ociosas, pero no el del rabo, los cuernos y la peste a azufre, no, el pequeño diablillo de los relojes, ese que llevaba años escondido y que se me apareció en una caja del fondo de un armario…
En concreto en la caja en la que había algunas partes de proyectos que habían quedado inacabados, aquella esfera de reloj de piloto que me encantó, ese calibre Unitas firmado por un prestigioso relojero, ese otro reloj con el que no estaba contento y que me podía facilitar fornitura para alguna otra idea… lo que durante años fue difícilmente compatible con una vida profesional más intensa de lo que cualquier persona civilizada debería aceptar.
Pero no he venido aquí a llorar, he venido a enseñar relojes. Relojes nuevos, bueno, mi concepto de ‘nuevo’ en lo que se refiere a relojes tiene poco que ver con abrir un estuche y encontrar la pieza, suele ser más bien la conclusión de un proceso. Tras años sin nuevos fichajes para mi muñeca, con lo que el diablillo me tenía guardado en la caja y alguna compra de fornitura, me he permitido estrenar dos, Unitas, dos:
Tas verlos acabados me he dado cuenta de que sigo siendo muy ecléctico en lo que a relojes se refiere, como lo soy también en otros aspectos de la vida. Un reloj eminentemente deportivo y otro formal. Uno vestido de ligera silicona para el verano, el otro con distinguido cuero. En uno predomina el negro, para acentuar su informalidad, en el otro el oro rosa, para manifestar su carácter distinguido. Opuestos pero complementarios, como las fuerzas esenciales del universo.
Ambos montan calibre Unitas, el piloto un 6497 firmado por Pedro Izquierdo que encontré nuevecito en la bahía, el panda gold un 6498 discretamente decorado que procede de un viejo Oriosa de bolsillo.
Para el ensamblaje y ajuste he recurrido a Manel Alabart, lo que siempre es garantía de excelente resultado y de una agradable conversación sobre relojes en su taller.
No sé si os ha pasado, estar encerrado en casa unos meses me ha confirmado aquella expresión inglesa… ‘the devil finds work for idle hands’ El diablo ha encontrado mis manos ociosas, pero no el del rabo, los cuernos y la peste a azufre, no, el pequeño diablillo de los relojes, ese que llevaba años escondido y que se me apareció en una caja del fondo de un armario…
En concreto en la caja en la que había algunas partes de proyectos que habían quedado inacabados, aquella esfera de reloj de piloto que me encantó, ese calibre Unitas firmado por un prestigioso relojero, ese otro reloj con el que no estaba contento y que me podía facilitar fornitura para alguna otra idea… lo que durante años fue difícilmente compatible con una vida profesional más intensa de lo que cualquier persona civilizada debería aceptar.
Pero no he venido aquí a llorar, he venido a enseñar relojes. Relojes nuevos, bueno, mi concepto de ‘nuevo’ en lo que se refiere a relojes tiene poco que ver con abrir un estuche y encontrar la pieza, suele ser más bien la conclusión de un proceso. Tras años sin nuevos fichajes para mi muñeca, con lo que el diablillo me tenía guardado en la caja y alguna compra de fornitura, me he permitido estrenar dos, Unitas, dos:
Tas verlos acabados me he dado cuenta de que sigo siendo muy ecléctico en lo que a relojes se refiere, como lo soy también en otros aspectos de la vida. Un reloj eminentemente deportivo y otro formal. Uno vestido de ligera silicona para el verano, el otro con distinguido cuero. En uno predomina el negro, para acentuar su informalidad, en el otro el oro rosa, para manifestar su carácter distinguido. Opuestos pero complementarios, como las fuerzas esenciales del universo.
Ambos montan calibre Unitas, el piloto un 6497 firmado por Pedro Izquierdo que encontré nuevecito en la bahía, el panda gold un 6498 discretamente decorado que procede de un viejo Oriosa de bolsillo.
Para el ensamblaje y ajuste he recurrido a Manel Alabart, lo que siempre es garantía de excelente resultado y de una agradable conversación sobre relojes en su taller.
