rodilla
Milpostista
Sin verificar
Bueno amigos, tras un prolongado tiempo sin acertar a piezas significativas en el Rastro, hoy me ha ido algo mejor.
Esta mañana llovía a mares en Madrid, no parecía un día óptimo para entregarse a devaneos cinegéticos, pocos vendedores, poco público y el agua lavando las calles empinadas.
No hacía mala estampa después de todo.
Madrugar y ver calles viejas de una ciudad que se despierta es un estímulo, y tras un café las cosas, siempre, siempre mejoran.
Al grano, que se me va la tecla literaria ...
A eso de las ocho, un proveedor habitual ha aparcado su coche junto a su demarcación. Disgustado por el diluvio, ni se ha molestado en bajar del automóvil. Me ha hecho una seña. ¿Te interesa, amigo?, dice, mostrándome un reloj, cerramos el precio, le pago, toma el dinero a través de la ventanilla, lo cuenta ... y se marcha.
De nuevo al bar, otro café, ahora con una suculenta porra. Otra buena noticia, mi compadre ha revisado un reloj que compré hace un par de meses y del que apenas no me acordaba; no merecía el olvido.
El primer reloj, es un Omega de acero, rectangular como le gustan a Rueda (y a mí, claro), de 1934 (atendiendo a su numeración), de generosas medidas y maravilloso movimiento 20F. La esfera presenta algunas manchas y el cristal está rajado, pero no lo voy a tocar.
El segundo, es un Roamer, de la misma época, también rectangular, con una curiosa esfera de color tabaco y extraña configuración en sus agujas. Las de horas y minutos se encuentran desplazadas hacia la mitad superior de la esfera, por encima de la linea central que marcaría la corona. El segundero es mayor de lo habitual en estos relojes y ocupa la otra "mitad" del dial.
Perdonad las malísimas fotos, las he hecho sin apenas luz y, no obstante, permiten atisbar la hermosura de ambos relojes. Mañana procuraré mostraros su verdadero rostro.
En fin amigos, que comencéis la bien la semana. Yo, en esta ocasión, así lo haré.
Esta mañana llovía a mares en Madrid, no parecía un día óptimo para entregarse a devaneos cinegéticos, pocos vendedores, poco público y el agua lavando las calles empinadas.
No hacía mala estampa después de todo.
Madrugar y ver calles viejas de una ciudad que se despierta es un estímulo, y tras un café las cosas, siempre, siempre mejoran.
Al grano, que se me va la tecla literaria ...
A eso de las ocho, un proveedor habitual ha aparcado su coche junto a su demarcación. Disgustado por el diluvio, ni se ha molestado en bajar del automóvil. Me ha hecho una seña. ¿Te interesa, amigo?, dice, mostrándome un reloj, cerramos el precio, le pago, toma el dinero a través de la ventanilla, lo cuenta ... y se marcha.
De nuevo al bar, otro café, ahora con una suculenta porra. Otra buena noticia, mi compadre ha revisado un reloj que compré hace un par de meses y del que apenas no me acordaba; no merecía el olvido.
El primer reloj, es un Omega de acero, rectangular como le gustan a Rueda (y a mí, claro), de 1934 (atendiendo a su numeración), de generosas medidas y maravilloso movimiento 20F. La esfera presenta algunas manchas y el cristal está rajado, pero no lo voy a tocar.
El segundo, es un Roamer, de la misma época, también rectangular, con una curiosa esfera de color tabaco y extraña configuración en sus agujas. Las de horas y minutos se encuentran desplazadas hacia la mitad superior de la esfera, por encima de la linea central que marcaría la corona. El segundero es mayor de lo habitual en estos relojes y ocupa la otra "mitad" del dial.
Perdonad las malísimas fotos, las he hecho sin apenas luz y, no obstante, permiten atisbar la hermosura de ambos relojes. Mañana procuraré mostraros su verdadero rostro.
En fin amigos, que comencéis la bien la semana. Yo, en esta ocasión, así lo haré.