Taller Patek Philippe en Barcelona

Taller Patek Philippe en Barcelona, un quirófano del tiempo en la ciudad

Bata blanca de relojero y protección para el calzado. Nada puede quedar al azar cuando uno se adentra en el espacio casi quirúrgico del taller de Patek Philippe en Barcelona. Ninguna mota, ninguna partícula ha de poder entrar en ese espacio donde minuciosos expertos se encargan de cuidar el tiempo. Es un espacio luminoso con enormes ventanas a una de las principales arterias de la Ciudad Condal. El primer taller homologado de la marca suiza en España se despliega en una de las dos plantas del edificio y es el secreto mejor guardado de distribuidores y partners. Ningún cartel o señal avisa de su existencia. Sólo saben dónde está los que tienen una razón para saberlo. No hace falta más.

Preparados para visitar el Taller Patek Philippe en Barcelona
Preparados para visitar el Taller Patek Philippe en Barcelona

Hemos recorrido los pasillos del espacio sobrio e impoluto, un lugar a la altura de la exquisita sencillez de la que es la manufactura familiar por excelencia. Hemos pasado por las salas comunes donde se recibe a distribuidores, clientes y tiendas. Antes de introducirnos en el taller, se nos pide que cubramos suelas de zapatos y ropa, cualquier cosa susceptible de ser contaminante en un entorno en el que todo cuenta. Suelo de goma especialmente preparado, ventilación específica con renovación controlada y luz, mucha luz, dan forma a un espacio que bien podría ser un laboratorio o la antesala de una sala de operaciones.

El taller Patek Philippe de Barcelona está preparado para recibir todo tipo de relojes mecánicos y de cuarzo salvo grandes complicaciones y modelos de 1839 a 1870. Es una cuestión práctica. Las piezas más antiguas requieren a veces ser elaboradas a mano y es mucho más operativo enviarlas a la central en Plan les Ouates (Ginebra). Las grandes complicaciones son ediciones tan limitadas que sólo unos pocos se preparan específicamente para tratarlas. Una aséptica cajonera con cientos de referencias guarda, catalogado, el universo de posibles microcomponentes. “El servicio al cliente se ha convertido en una tecnología en sí misma, en la que avanzamos e innovamos cada año”, nos cuenta John Vergotti, director general de la marca en España.

 

Aprovechando para hacer fotos
Aprovechando para hacer fotos

Cinco relojeros españoles trabajan en este peculiar quirófano del tiempo. Es uno de los orgullos de la división española de la marca: contar con expertos nacionales para el cuidado, cura y puesta a punto de las piezas. Juventud y veteranía se dan la mano entre las mesas. Mujeres y hombres que sostienen delicadamente los relojes, muchas veces, junto a complicados artilugios que parecieran extraídos de un laboratorio clínico. A un lado el microscopio, al otro la máquina para eliminar imantados. La lavadora, con sus químicos específicos, y el taller de pulido tienen espacio propio.

Viendo los perfiles de los relojeros, una fantasea con las razones que les llevaron a elegir esta profesión hiper especializada y silenciosa. ¿Vocación propia o herencia familiar? Es complicado poner etiquetas, intentar adivinar cómo habrán llegado, algunos muy jóvenes, al más selecto club de artesanos mecánicos en este país.  Son los elegidos en el arte minucioso y quieto de sanar el tiempo, más allá de este soleado taller sólo les queda Suiza. Han recibido, además, años de formación específica por parte de una manufactura que se precia de tener uno de los protocolos de formación más exhaustivos del sector. En una de las mesas, más serio y nervioso que el resto, está el estudiante seleccionado por la marca como becario de ciclo de relojería del Institut Mare de Déu de la Mercè. Los visitantes le felicitan. Su paso por el taller Patek Philippe en Barcelona marcará sin duda su trayectoria.

En mitad de la sala, el señor Janer, uno de los relojeros veteranos, aplica aceites, hasta cuatro distintos, a un tourbillon. En pequeñas cápsulas metálicas sobre la mesa, acercamos la cabeza para ver de cerca el proceso. “Un volante puede recorrer 23.000 km al año, imaginad cómo se llegan a secar los aceites que lo engrasan”, nos apunta.

Un calibre tiene de media más de 250 piezas que han de desmontarse una a una en la revisión periódica recomendada por la marca o, irremediablemente, cuando se presenta un fallo. Patek recomienda un mantenimiento completo -desmontaje, lavado y engrasado- cada 3 o 5 años. En la práctica, muchos propietarios esperan a que el reloj dé problemas para decidirse a llevarlo a la casa oficial. En la medicina relojera, como en la humana, es complejo concienciar sobre la prevención: “Sólo el 30% de los relojes que tenemos aquí lo está por mantenimiento, el resto responde a fallos por mal uso, manipulaciones de mala calidad, haber puesto piezas no homologadas… Hemos visto de todo”, se lamenta el relojero que mira a la pieza con ojos de patólogo. La marca insiste a sus propietarios en no poner un reloj de estas características en manos de cualquiera pero, aunque parezca sorprendente cuando hablamos de precios que empiezan en los 18.000 euros, ocurre.

Probándonos el Celeste en el Taller Patek Philippe en Barcelona
Probándonos el Celeste en el Taller Patek Philippe en Barcelona

Terminamos la visita admirando de cerca los nuevos modelos. Guantes blancos por delante, Vergotti nos cuenta las complejas soluciones y secretos detrás de cada caja, de cada mecanismo. Compruebo en mi mano la enorme majestuosidad del Celeste (Sky Moon Tourbillon) mientras oigo relatar los detalles de esta exquisita complicación cósmica. Cuando salimos del edificio, tengo la sensación de haber estado en otro mundo, en otro espacio donde todo responde a una mecánica distinta. No en vano es el lugar dónde el tiempo se detiene y se cura antes de reanudar su marcha.