Esta es la aventura que -de un modo impremeditado- emprendimos desde el foro de Relojes Especiales a finales de 2003… En realidad todo empezó con una pregunta lanzada al foro sin ninguna intención: ¿Cuál es tu color de esfera preferido?
La continuación es algo confusa, pero lo cierto es que enseguida nos vimos enzarzados en una apasionada discusión sobre si sería posible hacernos un reloj a medida: búsqueda de cajas, movimientos, esferas… y el precio. Como no teníamos una idea preconcebida y se trataba de que fuera algo asequible, decidimos que no tenía que costar más de 300 € (como podríamos haber decidido cualquier otra cosa). Conservo un ‘archivo histórico’ de mensajes colgados en el antiguo foro donde se ve evolucionar lentamente el proyecto, pero creo que ese material -dado lo farragoso- es para los futuros estudiosos del fenómeno RE… Muy bien: proyecto arrancado, posibles proveerdores localizados y… ¿ahora qué?
Para nuestra fortuna, en Enero de 2004 sale el número 45 de la revista Relojes y Estilográficas que habla de un relojero de Barcelona, Aniceto Jiménez Pita, candidato -en ese momento- nada menos que a la AHCI (Académie Horlogère des Créateurs Indépendants) Teniéndolo tan cerca me decido a hacerle una visita donde le cuento de nuestra existencia y le invito a su vez a echarnos un vistazo. A partir de ese momento se inicia una relación con Aniceto que nos llevará a la realización de lo que ahora es conocido popularmente como RE1. Una vez más, nuestro reconocimiento a este grandísimo profesional enamorado de su trabajo sin el que este proyecto jamás hubiera visto la luz.
Nos ponemos en marcha con una edición limitada a exactamente 56 ejemplares, que es la edad de Pita durante el año del desarrollo, 2004. La primera cosa que uno ve de un reloj es la esfera. Se trataba de encontrar algo original, poco visto, elegante y que gustara a todos…
No es exactamente misión imposible, pero si en algún sitio se manifiesta la diversidad es aquí: cada uno tiene su propia idea de cómo conjugan los elementos para conseguir algo único, especial, reconocible… La base de elección fue la ingente colección que atesora Aniceto, fruto de sus innumerables visitas a las ferias de viejo en Basilea. Al final, hubo que tomar una decisión salomónica y fue ésta:
La elección de la esfera condiciona necesariamente la de la máquina: Se trataba de elegir un movimiento que encajara en los dos orificios de la elegida, y no podía ser otro que un Peseux. Primero se eligió el mítico 7001, pero la realidad (más bien disponibilidad) nos obligó a decidirnos por un Peseux 7040.
Como se había pensado en un reloj de medidas «normales» (alrededor de 39mm) y la Peseux no hace más de 10,5 líneas (23,3mm)se hace imprescindible una bata, que es el anillo que «rellena» el espacio que va de los 23 hasta los 39 Aquí Pita hace gala de su buen hacer y sugiere que la inscripción vaya en esa zona, que quedará protegida por el fondo visto…
A la vista de lo específico de la caja que necesitábamos y para colmo de nuestra felicidad, Aniceto propone crear una ¡en plata! ex profeso para el RE1. Además, se trata de una plata especial, que casi no se oxida, y que cuando lo hace se limpia muy fácilmente…
Foto del primerísimo prototipo ensamblado por Aniceto a partir de sus propias especificaciones. Todavía no habíamos encontrado la corona cebolleta que buscábamos…
Un montaje con el aspecto que podría acabar teniendo. De cara…
… y de fondo.
Por elegir, habíamos elegido incluso la correa: una RIOS en becerro marrón oscuro y pespunte color cobre que coincidía con el de la esfera
Por fin habíamos encontrado la corona: proviene de la misma empresa que provee a Chronoswiss.
El texto ya es definitivo. Tanto, que se graba directamente en el molde del que saldrán las cajas.
Varios tipos de acabado de la máquina: Cromado, dorado y un dorado esqueleteado que acabó apareciendo en una cantidad muy limitada.
Por fin llegan las esferas
Ah, y las agujas: Dauphine doradas
El resultado final es un reloj «sencillo y elegante a la vez», pero muy ligado a todos y cada uno de los que seguimos el proceso desde el principio, con el valor añadido de haber sentado las bases de una colaboración a largo plazo, pero sobre todo de la amistad con uno de los mejores relojeros que haya dado este país, el fruto de cuyo fertilísimo ingenio está todavía por explotar en toda su magnitud.
Y esto es solo el principio.