Relojes Haultence. Distintos

Hautlence, una marca diferente

Hautlence es una marca diferente, una de esas marcas que se recuerda cuando se ha visto una vez. Y esto, en un mundo tan saturado como el de la relojería, no es poca cosa. Creada en 2004, su objetivo fue y es saltarse las normas establecidas, no sólo con sus cajas de código arquitectónico –la parte fácil- sino explorando nuevas formas de ver la hora en ellas. De hecho, lo trastoca todo, empezando por su nombre. Pocos descubren a primera vista que es un anagrama (transposición de letras) de la ciudad que la vio nacer: Neuchatel. La familia Meylan, propietaria a su vez de todo un clásico como H. Moser, la rescató en 2012 de un oscuro final y la trasladó a la no menos relojera localidad de La-Chaux-deFonds.

Parte de la familia Hautlence

Hace falta ser valiente (y tener dinero, claro) para apostar por una aventura como Hautlence. Porque no sólo son las complicaciones inéditas que equipan sus modelos: hay que tener en cuenta que es una marca de nicho y que la producción nunca podrá ser masiva, de manera que el coste de desarrollo hay que repercutirlo en muy pocas piezas. Tan pocas, que son series limitadas que van desde las 28 a las 88 unidades por edición. Hablando con Rafael Valiño, único distribuidor oficial para España, lo deja claro: él calcula que se pueden vender entre ocho y diez relojes al año.

Hautlence Vortex

En la página web de Hautlence se afirma que “desarrollan y realizan” sus calibres propios, aunque sabiendo que Georges-Henri Meylan fue director de Audemars Piguet (que a su vez integra a Renaud et Papi) lo más fácil es que esas complicaciones salgan de la cabeza de ese genio llamad Giulio Papi. Y una de esas complicaciones –una hora saltante que se muestra en una banda tipo oruga mientras gira todo el órgano regulador- es lo que contenían el HL3 y el Vortex que he tenido en las manos hoy.

Hautlence Vortex

Construidos en titanio y zafiro, el nivel de acabado es impecable, como impecable es la confección de la correa de cocodrilo con tratamiento de caucho o la hebilla desplegable. Igualmente, el tratamiento de los componentes que conforman el calibre y el calibre mismo los acerca a –yo creo que los pone por derecho en- la Alta Relojería. Claro que con precios que oscilan entre los 190.000 y los 210.000 euros no se les puede exigir menos. Queda más clara ahora la afirmación de Valiño.

Hautlence HL2-3

Hautlence HL2-3

¿Grande? Yo diría que se necesita una muñeca de al menos 22cm de circunferencia para que no se vea como un objeto extraño (creo que existen algunos smartphones más pequeños). Desde luego no sería mi reloj de diario…

Hautlence HL2-3

Tanto uno como otro montan (en posiciones distintas) un calibre automático (masa oscilante de oro blanco) con doble barrilete, indicación retrógrada de minutos e indicación de la hora mediante la cadena de doce eslabones movida por un sistema de paletas que he mencionado más arriba. También muestra un indicador de la reserva de marcha, pero lo impresionante de esta pieza de museo (al menos para mi, hay varias decenas de relojes que adquriría antes, caso de poder pagarlos) no es el mecanismo en sí sino su funcionamiento. Voy a ahorrarme algunos párrafos y dejaré un video que lo explica perfectamente:

La cosa no termina aquí: la vena “transgresora” de Hautlence le ha llevado a presentar en el último salón de Baselworld una pieza –no puede llamarse reloj- curiosa. El Labyrinth 01 es exactamente lo que sugiere su nombre: un ¿podemos decir tradicional? pasatiempo donde hay que dirigir una pequeña esfera por enrevesados caminos hasta un hoyo. A primera vista parece fácil, pero el reto está en hacerlo con el ¿reloj? atado a la muñeca. Tiene mecanismo, sin embargo (¡con 9 rubíes!), y es el que levanta la bola otra vez hasta el terreno de juego. En oro blanco o rosa, esta bagatela sale por el mucho más módico precio de 12.000 euros. Aunque si compras uno de los anteriores Valiño estará encantado de regalártelo.

Hautlence Labyrinth 01