Para variar, el tema del post se está yendo, creo, a hacer puñetas. Tanto da, que le den.
Hoy por hoy cuando hablo de mis colegas, de los amigos que he encontrado estos últimos años, de los "chicos", me refiero a humanos que están por encima de los 45 (menos un par de mataos qué, para postre, parecen mayores que yo) y algunos pasando ya los 50. Somos mayores? no, no creo. Somos los chicos... pero con más experiencia y con un poso que nos hace contemplar la vida con una... ¿sabiduría? (mi padre dice mundología) que ni por asomo pensaba llegar a poseer.
Los paralelismos, entre muchos de los que aquí habitamos, existen. Lo que ha sido para mí fuente de pensamiento y reflexión en muchas ocasiones.
Si bien es cierto que el aficionado a los relojes tiene su qué, no es menos cierto que el aficionado a las plumas, salvo raras excepciones, poseé ciertas singularidades que se hacen -si te da por fijarte- ciertamente reconocibles. La pausa, la forma de coger las plumas/papeles/lo que sea, la forma de acercarse con una nueva, o prestada, o recuperada, o reencontrada, pluma al papel, guardan en la mayoría de los casos muchas similitudes. Incluso entre los amantes -en el sentido perverso de la palabra-, mercenarios, mercaderes del ámbito plumeril, entre los que me cuento, hay ciertas similitudes a la hora de acercarse a ellas, de desmontarlas... recuerdo especialmente, ¿hará un año? en la única reunión de los amigos de la estilográfica a la que he podido asistir, en el palau, que coincidí con J.L. Méndez (que me corrijan si me baila el nombre) y que alguien aportó una Vacu que tenía mal montado el diafragma o algo así. Cuando cayo en las manos de J.L. Méndez ví reflejados todos los gestos (recuerdo especialmente el de ocluir la boquilla con los labios para comprobar la succión de la pluma) que yo he hecho tantas y tantas veces...
En fin
Mayorcitos, si