Goldoff
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Buenas noches,
esta es la crónica de un viaje que va a dar para al menos cuatro reportajes, pero que empiezo por este digamos resumen en dos partes para que os hagáis una idea de cómo fue todo
El programa era abigarrado: tres días en Alemania (que no sólo en Glashütte) para ver
- La manufactura de esferas en Pforzheim
- El museo de la relojería alemana en Glashütte
- El taller de restauración del museo
- La boutique de G.O. en Dresden
- La manufactura Glashütte Original
- La escuela de relojería en Glashütte
El problema no es el cansancio (para qué nos vamos a engañar: estas cosas no cansan a un aficionado) sino la cantidad de datos que uno tiene que retener para poder trasladarlos convenientemente. Aunque no os creáis, el primer día, el de la visita a la manufactura de esferas, tomamos la friolera (al menos para mí) de TRES vuelos: uno desde España a Stutgartt (desde donde nos trasladamos por carretera a Pforzheim), vuelta a Stuttgart para tomar un vuelo a Munich... y enlace para volar a Dresden, donde nos esperaba el resto de la aventura.
Primera parada, la manufactura de esferas de Glashütte Original. Fundada en 1922 por TH Müller y proveedora de varias marcas, vivió de lleno la época del Telón de Acero, cuando primó la cantidad frente a la calidad en el conglomerado VEB GuB (Glashütte Uhrenbetrieb, Fábrica de relojes de Glashütte), paraguas bajo el que las autoridades comunistas habían reunido los restos de la que fuera floreciente industria relojera antes de la Segunda Guerra Mundial. En 1990 se produce la Reunificación alemana y el estado de Sajonia pone a la venta lo que queda en pie de la otrora pujante "relojería popular" (luego hablaremos de eso). Richemont compra (en realidad rehace) Lange y finalmente, en 1994, un visionario Nicholas G. Hayek al frente del Swatch Group se alza con la joya de la corona: la GuB, que recuperará el nombre de Glasshütte Original.
Pues bien, TH Müller refuerza sus lazos con su antiguo cliente y se compromete con los nuevos tiempos, que exigen un incremento de la calidad frente a la cantidad. Ese compromiso es progresivamente más intenso hasta que en 2006 se produce la absorción de TH Müller por parte de The Swatch Group, y seis años más tarde, en 2012, se convierte en un departamento de Glashütte Original, a la que destina el 90% de su producción. ¿Y cuánta producción? En palabras de Michael Baumann, director adjunto de la manufactura, "nunca suficiente". Con esto nos da dos mensajes: que en Swatch Group nunca hablan de cifras y que si pudieran fabricar más tendrían la producción colocada. Habrá que creerle.
Lo primero que nos enseña, orgulloso, es un extenso muestrario de esferas antiguas, de la época RDA, que equiparon millones de relojes destinados a los mercados comunistas en clara competencia con la relojería soviética (que por cierto se había nutrido, y no poco de maquinaria "confiscada" a las fábricas de Glashütte como compensación de guerra). Esas mismas esferas, tan bien conservadas en sus fundas, han servido de inspiración para una de las colecciones más exitosas de G.O. hasta el momento: la Sixties Iconic Collection, de la que ya no queda ninguna por vender...
Toda producción de esferas empieza por troquelar las placas base ("blanks" los llaman) a partir de unas tiras planas de distintos materiales, que aunque generalmente son de latón también se usan de cobre o de una aleacion con zinc. Se trata de encontrar el equilibrio entre dureza y "trabajabilidad" para poder efectuar sobre ellas todas las operaciones de troquelado, recorte, grabado, etc
A diferencia de otras manufacturas de esferas (de las que en toda Alemania sólo quedan tres) el estampado es algo habitual aquí, necesitándose hasta tres bajadas de prensa para conseguir el efecto deseado, como por ejemplo las ondas de este Panomatic. En toda la fábrica se respira esa eficiencia pero sobre todo practicidad típicamente (y probablemente también tópicamente) alemanas. El torno -hábilmente empleado- es aquí el rey, capaz de generar la belleza (o al menos su base) que después admiraremos en la pieza acabada.
Como si fueran sofisticados mandalas, los planos de cada esfera, pasada y presente, se guardan como pequeños tesoros a pesar de que todos ellos ya están convenientemente digitalizados. Por una cuestión de confidencialidad no puedo acercaros más las fotos, pero en esos rótulos hay nombres bastante sonoros (el 10% de producción que no es para G. O.), algunos del propio TSW y otros de marcas independientes.
Como he dicho más arriba, el torno tiene aquí una importancia vital para generar la base donde más tarde se trabajará (baño de galvanizado, estampado o insertado de índices, aplicación manual de SuperLuminova...), y es igualmete importante que el acabado base sea perfecto para que el resto de operaciones llegue a buen fin.
Pero no sólo se trabaja en las esferas "grandes": también hacen aquí las fases de luna que dan nombre a la colección "Lunar" de G.O. y es un proceso interesante de ver: sobre la base de latón cobrizo se pegan unos diminutos protectores en forma de estrella y se le aplica el baño galvánico que le dará el característico color azul. Posteriormente se repulsan las dos lunas y se pulen una y otra vez hasta conseguir ese brillo de espejo. El resultado es hipnotizante...
Siguiendo una vieja tradición de la antigua TH Müller se hace también una intervención muy efectista (y barata, en este caso), como es "cortar" los índices directamente en la esfera, dejando a la vista el material base, muy típica en los relojes de la época RDA
Pero no todo es tan simple (aparentemente, porque para hacer esos cortes hay que saber muy bien lo que se hace ya que se puede echar a perder todo el trabajo anterior), ya que además de los índices aplicados se trabaja también con incisión láser:
que dará un resultado perfecto
Luego vendrán una serie de trabajos posteriores (que explicaré en otro artículo dedicado) para obtener este resultado en la esfera del Senator Cosmopolite:
Otro procedimiento, este más clásico, consiste en estampar la esfera con un tampón previamente entintado. A pesar de lo sencillo de la descripción, se trata de un trabajo de altísima precisión que aquí se toman muy en serio:
Una parte importante de la esfera está en la cara oculta de la misma: las patillas que la fijarán al calibre, y que en cada esfera (o, mejor dicho, en cada calibre) tienen una posición distinta.
Se micro-sueldan una a una, poniendo -a mano- las patillas (dos, en este caso) en la máquina. Fijáos en los ejes X e Y, que indican la posición de cada pieza.
No todas las esferas son planas. De hecho, las más "populares" de G.O. son las de los Sixties, que son abombadas. ¿Y cómo se "abomban"? Pues con un proceso manual, una a una:
Para nuestra sorpresa, la SuperLuminova se aplica manualmente. Nos explicaron que por supuesto es un proceso que se podría automatizar, pero entonces los resultados no serían de la precisión y perfección buscados.
Finalmente, hay un último control de calidad como paso previo al cuidadoso embalado de las esferas que saldrán hacia Glashütte para equipar los relojes de la marca.
También aquí se hace el control de calidad de las cajas suministradas por un proveedor externo que está en el piso de arriba... y que por lo que entendí de un par de comentarios pronto dejará de ser externo. Aunque no es el único proveedor de cajas, puesto que G.O también se surte de SUG (Sächsische Uhrentechnologie GmbH Glashütte) proveedora a su vez de una vieja conocida en RE: Sinn
Esto era por la mañana/tarde del lunes.
Terminada la visita a la manufactura de esferas, vuelta al aeropuerto de Stuttgart para volar a Munich y desde ahí a Dresde, a donde llegábamos a las tantas, cansados pero contentos.
Hago aquí un pequeño alto para hablaros de la ciudad de Dresde. El hotel (el Q-F, muy Bauhaus, muy recomendable) es sencillamente perfecto, al menos a mí me lo pareció. En la plaza principal, cerca del monumentos y puntos de interés (como la Ópera, Semperoper, donde se encuentra el famosísimo reloj de Gutkaes, maestro y después suegro de F. A. Lange) encima de la boutique G. O. y enfrente de Wempe ¿qué más se puede pedir?
Por cierto, me llamó la atención que por la noche no retirasen todos los relojes de los escaparates:
... sino sólo los que excedían de 20.000 €. Igualito que en España, vamos.
Dresde, "la Florencia del Elba", como fue conocida, fue cruelmente bombardeada al final de la Segunda Guerra Mundial en uno de los episodios más polémicos de dicho conflicto. Quedó dentro de la zona soviética y más tarde pasó a formar parte de la RDA, cuando se reconstruyó parcialmente siguiendo patrones de la arquitectura socialista, con grandes bloques de edificios de hormigón. Renació de sus cenizas (especialmente después de la reunificación) y ahora luce un centro histórico perfectamente restaurado pero en el que todavía se siguen distinguiendo las cicatrices de semejante horror.
Ah, y en esta época del año se celebra la feria de Navidad, con puestos de artesanía y ¡de comida! Montones de ellos...
Al día siguiente nos esperaba un día especialmente denso: el museo de la relojería alemana y el taller de restauración de G.O. en Glashütte y la boutique ya de vuelta en Dresde.
Glashütte tiene una historia peculiar. Su primera industria fue la extracción de plata de unas minas próximas a mediados del siglo XVI, actividad que acabó decayendo al cabo de 200 años sumiendo al valle en una postración económica cercana a la miseria. En 1845, Ferdinand Adolph Lange, que había estado aprendiendo el oficio de relojero en Dresde con Johann Friedrich Gutkaes y posteriormente lo perfeccionó en Suiza y Gran Bretaña, solicita al estado de Sajonia una ayuda para establecer una fábrica de relojes en tan deprimida zona. El trabajo de enseñar relojería a mineros y campesinos desempleados fue arduo, pero Lange no sólo consiguió semejante "milagro" sino que con su inciativa puso los cimientos de lo que acabaría siendo una pujante industria relojera incluyendo la fundación de pequeñas empresas especializadas en piezas concretas. La tradición científica de Dresde hizo que se enfocaran principalmente hacia la precisión, mientras que las preocupaciones estéticas llegaron más tarde.
Este es el original de la carta que F. A. Lange envió al Gobierno de la época para solicitar el crédito que le permitiera ponerse en marcha.
Julius Assmann, el propio F. A. Lange, Adolf Schneider, Moritz Grossmann... nombres que dieron no sólo prosperidad sino también fama a una zona que no las conocía desde hacía tiempo. Todo esto quedó congelado con la Segunda Guerra Mundial, los bombardeos tanto de Dresde como de la propia Glashütte y finalmente la incautación de la maquinaria por parte de la Unión Soviética como compensación de guerra.
Habiendo quedado geográficamente Glashütte dentro lo que acabaría siendo la República Democrática Alemana, cualquier intento de iniciativa privada para reconstruir la industria relojera (y en realidad cualquier industria) durante la posguerra queda bloqueado por la expropiación estatal en 1951. Durante los siguientes cuarenta años, la VEB (Volkseigener Betrieb o «empresa propiedad del pueblo») Glashütter Uhrenbetrieb (GuB) produjo relojes baratos para el mercado comunista. llegó a desarrollar su propio calibre de cuarzo y un movimiento automático, el Spezimatic.
Y es de esto que habla el museo de la Relojería Alemana, creado conjuntamente por la ciudad de Glashütte y la Fundación Nicholas G. Hayek en el edificio del s.XIX que acogió la primera escuela de relojería, fundada por Moritz Grossmann, abrió sus puertas en 2008. Contiene una cantidad ingente tanto de información como de piezas y documentos que la ilustran. Como el reloj supercomplicado que nos recibe a la entrada: construído durante más de treinta años por Hermann Goertz, muestra numerosas indicaciones siderales, la ecuación del tiempo, la bóveda celeste del hemisferio Norte un calendario perpetuo y así hasta 17 indicaciones.
Pero no sólo nos habla de relojería. También de una forma de vida que se fue con el tiempo y que muchos de los habitantes de Glashütte recuerdan con cierta nostalgia.
Esta es una sala de estar típica de la época, con los relojes de pared y de mesa producidos en la zona.
Podemos ver desde antiguos planos de calibres hasta muestras de las piezas producidas tanto antes como durante la época comunista
Estas son piezas producidas por los distintos especialistas que habían ido surgiendo a lo largo de los años y que suministrando a las fábricas de relojes locales conformaban un círculo prácticamente cerrado.
A medida que avanzaba el tiempo y la producción masiva de relojes baratos dejaba de ser interesante debido a la competencia de otros países vuelve a surgir el genio local y se vuelcan cada vez más en mecanismos de precisión, como relojes de a bordo para aviones y cronómtros de marina, que exportaban con éxito a muchos países de la órbita soviética.
Pero, como decía, el museo no sólo habla de la época comunista. Atesora un legado de piezas magníficas producidas antes de ésta y perfectamente documentadas. Aquí, un movimiento de bolsillo con cadena y fusée de ajuste fino, realizado por Moritz Grossmann.
Un horas -y minutos- saltantes...
Relojes de observador para la Wehrmacht...
Y de esas aguas vinieron no lodos sino maravillas...
Me quedan todavía muchas fotos que colgar y bastante que contaros, pero creo que de momento lo voy a dejar aquí por no hacerme pesado.
Próximamente la visita a la manufactura y a la escuela de G.O.
Gracias por llegar hasta aquí
esta es la crónica de un viaje que va a dar para al menos cuatro reportajes, pero que empiezo por este digamos resumen en dos partes para que os hagáis una idea de cómo fue todo
El programa era abigarrado: tres días en Alemania (que no sólo en Glashütte) para ver
- La manufactura de esferas en Pforzheim
- El museo de la relojería alemana en Glashütte
- El taller de restauración del museo
- La boutique de G.O. en Dresden
- La manufactura Glashütte Original
- La escuela de relojería en Glashütte
El problema no es el cansancio (para qué nos vamos a engañar: estas cosas no cansan a un aficionado) sino la cantidad de datos que uno tiene que retener para poder trasladarlos convenientemente. Aunque no os creáis, el primer día, el de la visita a la manufactura de esferas, tomamos la friolera (al menos para mí) de TRES vuelos: uno desde España a Stutgartt (desde donde nos trasladamos por carretera a Pforzheim), vuelta a Stuttgart para tomar un vuelo a Munich... y enlace para volar a Dresden, donde nos esperaba el resto de la aventura.
Primera parada, la manufactura de esferas de Glashütte Original. Fundada en 1922 por TH Müller y proveedora de varias marcas, vivió de lleno la época del Telón de Acero, cuando primó la cantidad frente a la calidad en el conglomerado VEB GuB (Glashütte Uhrenbetrieb, Fábrica de relojes de Glashütte), paraguas bajo el que las autoridades comunistas habían reunido los restos de la que fuera floreciente industria relojera antes de la Segunda Guerra Mundial. En 1990 se produce la Reunificación alemana y el estado de Sajonia pone a la venta lo que queda en pie de la otrora pujante "relojería popular" (luego hablaremos de eso). Richemont compra (en realidad rehace) Lange y finalmente, en 1994, un visionario Nicholas G. Hayek al frente del Swatch Group se alza con la joya de la corona: la GuB, que recuperará el nombre de Glasshütte Original.
Pues bien, TH Müller refuerza sus lazos con su antiguo cliente y se compromete con los nuevos tiempos, que exigen un incremento de la calidad frente a la cantidad. Ese compromiso es progresivamente más intenso hasta que en 2006 se produce la absorción de TH Müller por parte de The Swatch Group, y seis años más tarde, en 2012, se convierte en un departamento de Glashütte Original, a la que destina el 90% de su producción. ¿Y cuánta producción? En palabras de Michael Baumann, director adjunto de la manufactura, "nunca suficiente". Con esto nos da dos mensajes: que en Swatch Group nunca hablan de cifras y que si pudieran fabricar más tendrían la producción colocada. Habrá que creerle.
Lo primero que nos enseña, orgulloso, es un extenso muestrario de esferas antiguas, de la época RDA, que equiparon millones de relojes destinados a los mercados comunistas en clara competencia con la relojería soviética (que por cierto se había nutrido, y no poco de maquinaria "confiscada" a las fábricas de Glashütte como compensación de guerra). Esas mismas esferas, tan bien conservadas en sus fundas, han servido de inspiración para una de las colecciones más exitosas de G.O. hasta el momento: la Sixties Iconic Collection, de la que ya no queda ninguna por vender...
Toda producción de esferas empieza por troquelar las placas base ("blanks" los llaman) a partir de unas tiras planas de distintos materiales, que aunque generalmente son de latón también se usan de cobre o de una aleacion con zinc. Se trata de encontrar el equilibrio entre dureza y "trabajabilidad" para poder efectuar sobre ellas todas las operaciones de troquelado, recorte, grabado, etc
A diferencia de otras manufacturas de esferas (de las que en toda Alemania sólo quedan tres) el estampado es algo habitual aquí, necesitándose hasta tres bajadas de prensa para conseguir el efecto deseado, como por ejemplo las ondas de este Panomatic. En toda la fábrica se respira esa eficiencia pero sobre todo practicidad típicamente (y probablemente también tópicamente) alemanas. El torno -hábilmente empleado- es aquí el rey, capaz de generar la belleza (o al menos su base) que después admiraremos en la pieza acabada.
Como si fueran sofisticados mandalas, los planos de cada esfera, pasada y presente, se guardan como pequeños tesoros a pesar de que todos ellos ya están convenientemente digitalizados. Por una cuestión de confidencialidad no puedo acercaros más las fotos, pero en esos rótulos hay nombres bastante sonoros (el 10% de producción que no es para G. O.), algunos del propio TSW y otros de marcas independientes.
Como he dicho más arriba, el torno tiene aquí una importancia vital para generar la base donde más tarde se trabajará (baño de galvanizado, estampado o insertado de índices, aplicación manual de SuperLuminova...), y es igualmete importante que el acabado base sea perfecto para que el resto de operaciones llegue a buen fin.
Pero no sólo se trabaja en las esferas "grandes": también hacen aquí las fases de luna que dan nombre a la colección "Lunar" de G.O. y es un proceso interesante de ver: sobre la base de latón cobrizo se pegan unos diminutos protectores en forma de estrella y se le aplica el baño galvánico que le dará el característico color azul. Posteriormente se repulsan las dos lunas y se pulen una y otra vez hasta conseguir ese brillo de espejo. El resultado es hipnotizante...
Siguiendo una vieja tradición de la antigua TH Müller se hace también una intervención muy efectista (y barata, en este caso), como es "cortar" los índices directamente en la esfera, dejando a la vista el material base, muy típica en los relojes de la época RDA
Pero no todo es tan simple (aparentemente, porque para hacer esos cortes hay que saber muy bien lo que se hace ya que se puede echar a perder todo el trabajo anterior), ya que además de los índices aplicados se trabaja también con incisión láser:
que dará un resultado perfecto
Luego vendrán una serie de trabajos posteriores (que explicaré en otro artículo dedicado) para obtener este resultado en la esfera del Senator Cosmopolite:
Otro procedimiento, este más clásico, consiste en estampar la esfera con un tampón previamente entintado. A pesar de lo sencillo de la descripción, se trata de un trabajo de altísima precisión que aquí se toman muy en serio:
Una parte importante de la esfera está en la cara oculta de la misma: las patillas que la fijarán al calibre, y que en cada esfera (o, mejor dicho, en cada calibre) tienen una posición distinta.
Se micro-sueldan una a una, poniendo -a mano- las patillas (dos, en este caso) en la máquina. Fijáos en los ejes X e Y, que indican la posición de cada pieza.
No todas las esferas son planas. De hecho, las más "populares" de G.O. son las de los Sixties, que son abombadas. ¿Y cómo se "abomban"? Pues con un proceso manual, una a una:
Para nuestra sorpresa, la SuperLuminova se aplica manualmente. Nos explicaron que por supuesto es un proceso que se podría automatizar, pero entonces los resultados no serían de la precisión y perfección buscados.
Finalmente, hay un último control de calidad como paso previo al cuidadoso embalado de las esferas que saldrán hacia Glashütte para equipar los relojes de la marca.
También aquí se hace el control de calidad de las cajas suministradas por un proveedor externo que está en el piso de arriba... y que por lo que entendí de un par de comentarios pronto dejará de ser externo. Aunque no es el único proveedor de cajas, puesto que G.O también se surte de SUG (Sächsische Uhrentechnologie GmbH Glashütte) proveedora a su vez de una vieja conocida en RE: Sinn
Esto era por la mañana/tarde del lunes.
Terminada la visita a la manufactura de esferas, vuelta al aeropuerto de Stuttgart para volar a Munich y desde ahí a Dresde, a donde llegábamos a las tantas, cansados pero contentos.
Hago aquí un pequeño alto para hablaros de la ciudad de Dresde. El hotel (el Q-F, muy Bauhaus, muy recomendable) es sencillamente perfecto, al menos a mí me lo pareció. En la plaza principal, cerca del monumentos y puntos de interés (como la Ópera, Semperoper, donde se encuentra el famosísimo reloj de Gutkaes, maestro y después suegro de F. A. Lange) encima de la boutique G. O. y enfrente de Wempe ¿qué más se puede pedir?
Por cierto, me llamó la atención que por la noche no retirasen todos los relojes de los escaparates:
... sino sólo los que excedían de 20.000 €. Igualito que en España, vamos.
Dresde, "la Florencia del Elba", como fue conocida, fue cruelmente bombardeada al final de la Segunda Guerra Mundial en uno de los episodios más polémicos de dicho conflicto. Quedó dentro de la zona soviética y más tarde pasó a formar parte de la RDA, cuando se reconstruyó parcialmente siguiendo patrones de la arquitectura socialista, con grandes bloques de edificios de hormigón. Renació de sus cenizas (especialmente después de la reunificación) y ahora luce un centro histórico perfectamente restaurado pero en el que todavía se siguen distinguiendo las cicatrices de semejante horror.
Ah, y en esta época del año se celebra la feria de Navidad, con puestos de artesanía y ¡de comida! Montones de ellos...
Al día siguiente nos esperaba un día especialmente denso: el museo de la relojería alemana y el taller de restauración de G.O. en Glashütte y la boutique ya de vuelta en Dresde.
Glashütte tiene una historia peculiar. Su primera industria fue la extracción de plata de unas minas próximas a mediados del siglo XVI, actividad que acabó decayendo al cabo de 200 años sumiendo al valle en una postración económica cercana a la miseria. En 1845, Ferdinand Adolph Lange, que había estado aprendiendo el oficio de relojero en Dresde con Johann Friedrich Gutkaes y posteriormente lo perfeccionó en Suiza y Gran Bretaña, solicita al estado de Sajonia una ayuda para establecer una fábrica de relojes en tan deprimida zona. El trabajo de enseñar relojería a mineros y campesinos desempleados fue arduo, pero Lange no sólo consiguió semejante "milagro" sino que con su inciativa puso los cimientos de lo que acabaría siendo una pujante industria relojera incluyendo la fundación de pequeñas empresas especializadas en piezas concretas. La tradición científica de Dresde hizo que se enfocaran principalmente hacia la precisión, mientras que las preocupaciones estéticas llegaron más tarde.
Este es el original de la carta que F. A. Lange envió al Gobierno de la época para solicitar el crédito que le permitiera ponerse en marcha.
Julius Assmann, el propio F. A. Lange, Adolf Schneider, Moritz Grossmann... nombres que dieron no sólo prosperidad sino también fama a una zona que no las conocía desde hacía tiempo. Todo esto quedó congelado con la Segunda Guerra Mundial, los bombardeos tanto de Dresde como de la propia Glashütte y finalmente la incautación de la maquinaria por parte de la Unión Soviética como compensación de guerra.
Habiendo quedado geográficamente Glashütte dentro lo que acabaría siendo la República Democrática Alemana, cualquier intento de iniciativa privada para reconstruir la industria relojera (y en realidad cualquier industria) durante la posguerra queda bloqueado por la expropiación estatal en 1951. Durante los siguientes cuarenta años, la VEB (Volkseigener Betrieb o «empresa propiedad del pueblo») Glashütter Uhrenbetrieb (GuB) produjo relojes baratos para el mercado comunista. llegó a desarrollar su propio calibre de cuarzo y un movimiento automático, el Spezimatic.
Y es de esto que habla el museo de la Relojería Alemana, creado conjuntamente por la ciudad de Glashütte y la Fundación Nicholas G. Hayek en el edificio del s.XIX que acogió la primera escuela de relojería, fundada por Moritz Grossmann, abrió sus puertas en 2008. Contiene una cantidad ingente tanto de información como de piezas y documentos que la ilustran. Como el reloj supercomplicado que nos recibe a la entrada: construído durante más de treinta años por Hermann Goertz, muestra numerosas indicaciones siderales, la ecuación del tiempo, la bóveda celeste del hemisferio Norte un calendario perpetuo y así hasta 17 indicaciones.
Pero no sólo nos habla de relojería. También de una forma de vida que se fue con el tiempo y que muchos de los habitantes de Glashütte recuerdan con cierta nostalgia.
Esta es una sala de estar típica de la época, con los relojes de pared y de mesa producidos en la zona.
Podemos ver desde antiguos planos de calibres hasta muestras de las piezas producidas tanto antes como durante la época comunista
Estas son piezas producidas por los distintos especialistas que habían ido surgiendo a lo largo de los años y que suministrando a las fábricas de relojes locales conformaban un círculo prácticamente cerrado.
A medida que avanzaba el tiempo y la producción masiva de relojes baratos dejaba de ser interesante debido a la competencia de otros países vuelve a surgir el genio local y se vuelcan cada vez más en mecanismos de precisión, como relojes de a bordo para aviones y cronómtros de marina, que exportaban con éxito a muchos países de la órbita soviética.
Pero, como decía, el museo no sólo habla de la época comunista. Atesora un legado de piezas magníficas producidas antes de ésta y perfectamente documentadas. Aquí, un movimiento de bolsillo con cadena y fusée de ajuste fino, realizado por Moritz Grossmann.
Un horas -y minutos- saltantes...
Relojes de observador para la Wehrmacht...
Y de esas aguas vinieron no lodos sino maravillas...
Me quedan todavía muchas fotos que colgar y bastante que contaros, pero creo que de momento lo voy a dejar aquí por no hacerme pesado.
Próximamente la visita a la manufactura y a la escuela de G.O.
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