Casiná
De la casa
Sin verificar
Hace ya algún tiempo me dijo mi relojero de cabecera: "cuando andes por los mercadillos, si ves deguaces del Cyma 586K cómpralos; no hay nada de repuestos de ellos".
Hace una semana, mientras esperaba el autobús en un barrio al que no suelo ir, veo, en la acera de frente, una tienda de esas que están proliferando donde se venden toda clase de artículos usados y como la curiosidad siempre va conmigo me dije: "hay que cruzar y ver qué hay allí" (yo, como D. Antonio Machado, dialogo con el hombre que siempre va conmigo; quien habla solo espera hablar a dios un día"). Crucé, estuve husmeando por allí y cuando vi al chaval que la atendía pregunté ¿relojes antiguos no tenéis? y me dijo "no, pero tengo ahí dos máquinas viejas de cuerda"; "quiero verlas".
Y mira por donde una es un Cyma 586 K y la otra un Longines 507 automático. Tanto si me llevaba las dos, si me llevaba una o me llevaba la otra el precio era el mismo. Y no me preguntéis por qué. Ni me importó, el precio era ridículo y me las traje.
Son máquinas que han estado en una caja de oro, evidentemente, y, pese a ello, el Cyma no ha estado en un cajón y ha salido de vez en cuando, no. Este ha vivido la vida. Y las humedades; y la suciedad; sólo tiene consignada una actuación en el 65. Y como, además, llevará un tiempo fuera de la caja se le ha desplazado de su sitio la brida que sujeta tanto centro como contracentro del eje volante y ambos se han perdido. Por eso digo que es casi cymaflex.
Para evitarle más oxidaciones o daños he decidido limpiarlo, aunque sea someramente ya que a mano esta suciedad no sale del todo. Y también he pensado que es una buena ocasión para observar en público sus tripas una a una y comprender el por qué de ser un calibre mítico: como los otros famosos coetáneos suyos por su simplicidad y sus buenos materiales.
¿Quien me dice que no tenía mierda?, porque esto es mierda pura. Y aún le queda más
después de pasar por el heptano, pasarle el pincel de fibra de vidrio y rascarlo, todavía se ve sucio. Empezamos montando y aceitando el sistema remontoir y vemos ahí ya en su sitio: tirete, báscula, piñones de canto y deslizante, resorte de tirete y 3 ruedas o piñones que transmiten el movimiento desde la corona al centro del reloj. La primera de ellas, la más chiquita, es el que me parece a mi el punto flaco de este calibre: en casi todas las marcas y modelos este pinón suele ser grandote, ancho hacia arriba, para que soporte bien el enorme esfuerzo que supone que giremos la corona. Pero ignoro si pese a su ligereza ha dado o no repetidos problemas. Después esas ruedas van sujetas con un pequeño puente. Hay que poner un poco de aceite en cada uno de sus ejes.
comprobamos con la corona que todo ello gira bien y que tirete y báscula hacen su función de poner en modo de dar cuerda o de poner en hora, y le damos la vuelta. Engrasamos los lados del cuadradillo de la tija y su punta, la giramos para comprobar y extender el aceite, y montamos el barrilete y a continuación la rueda de centro y ponemos el gran puente encima
Seguidamente nos toca colocar la rueda intermedia. Todas las ruedas, además de haberlas cepillado en el heptano, las rodamos por la pasta ródica antes de ponerlas en su sitio. Una vez puesta esa rueda nos toca poner la segundera, que es la que lleva el eje que sobresale por delante para poner el segundero. Y a continuación la de escape
Ahora toca engancharlas todas, las tres, con el puente de rodaje. A veces se toma un buen rato hacer que todas sus espigas entren cada una en su centro o rubí y otras, como hoy, al dejarlo caer encima se cuela solo. Hay que ir haciendo comprobaciones, p.e., moviendo el barrilete para ver que todas giran suaves antes de apretar los tornillos
una vez puesto comenzamos a poner los suplementos de la rueda de corona, colocar esta (si tiene un sólo tornillo hay que recordar que rosca al revés) y, a continuación, el rochete sobre el barrilete.
Cuando ya tenemnos todo esto instalado tenemos que rodar el rodaje, valga la rebuznancia. Se trata de hacer que todo gire haciendo el mismo movimiento que si estuvieramos dándole cuerda al reloj; giramos la corona varias veces seguidas y todo el conjunto, si está bien puesto y no hay rozamientos extraños, se pondrá en movimiento que, por la desmultiplicación de las ruedas harán que la de escape gire a gran velocidad produciendo un silbido que ha de ir disminuyendo de forma progresiva y uniforme hasta pararse. Si todo ha ido bien y antes de que se nos vaya a olvidar, ponemos aceite en todas las puntas de las ruedas, por arriba y por abajo y en la punta del barrilete por la parte de la esfera. En la otra se lo hemos tenido que poner antes de ponerle el rochete.
Y llega la hora de poner "el alacrán" (no me digáis que no lo parece ahí agazapado, entre piedras, je,je,je). El áncora también tiene a veces la ocurrencia de no querer entrar en su sitio pero si somos tercos entra. ¡Y que bonita se ve! Es una pieza, además de importantísima, bella, ingeniosa, de difícil calibración.
encima le ponemos su puente al que a veces también le cuesta que entre la espiga superior. Un truco que le he visto hacer a mi relojero es sujetarlo por encima con un destornillador haciendo una ligera, muy ligera, presión hacia abajo mientras, con la otra mano y la pinza fina, se mueve la cola o tenedor hasta que entra, generalmente haciendo un chasquido muy gratificante.
Cuando el reloj no tiene antichoque y no queremos o no nos atrevemos a desmontar su centro, tenemos la opción de engrasar la piedra desde dentro y, en ese caso, este es el momento de hacerlo. Introducimos el picaceite por el orificio que tiene esa pieza amarilla que hay junto al puente de áncora y, como ese orificio es muy fino, si rozamos y dejamos aceite fuera hemos de quitarlo y nada mejor que sacarle una punta al ródico y limpiarlo con ella.
Si queremos hacer lo mismo con las piedras del volante, lo ponemos sobre la mesa, le damos la vuelta dejando el volante hacia arriba, lo ponemos encima del ródico presionando sobre él para que se "clave" un poco y no se mueva, levantamos la llanta del volante con la pinza y la sujetamos con los dedos de la mano izquierda (o derecha en los zurdos), estiramos que no le pasa nada al espiral y con el picaceites limpio (se clava dos o tres veces hasta el fondo en el ródico) por si rozaramos alguna espira no pringarla, y le dejamos la gotita por el orificio. Por cortesía de mi hijo que estaba a mi lado, dejo una foto que vale más que diez mil palabras.
Con el áncora ya puesta damos algo de cuerda, comprobamos que se hace el escape dándole con la pinza o un destornillador fino a la cola del ancora que, a la mínima presión, ha de salir disparada hacia la otra posición donde repetiremos la misma operación y así varias veces hasta estar seguros.
Cuando lo estamos, dejamos la cola del áncora en la posición de dentro y metemos el volante en su sitio, sujetándolo por el puente y empezando desde el lado contrario de donde se va a atornillar. Metido el eje en su orificio giramos el puente hacia su sitio y el tenedor cogerá solo la elipse para empezar a girar como un loco apenas lo dejamos caer a su postura. Aquí ya lo vemos girando (no se ven sus radios) antes de ponerle el tornillo que aparece ahí en la derecha.
Ya sólo queda poner por el otro lado el cañón de minutos, aceitando su eje, la rueda de horas encima con su talco y la esfera. Se aprietan sus tornillos y se ponen las agujas. Y ya lo tenemos en postura para cuando algún día haga falta alguna de sus importantes piezas; en el reloj todas son importantes.
Aquí lo tenemos sólo y junto al hermano, que no es K, con el que va a dormir su siesta hasta que les llegue su hora.
Y colorín colorado ....... espero que os haya gustado.
Un saludo desde Sevilla. ¡Casi ná!
.
Hace una semana, mientras esperaba el autobús en un barrio al que no suelo ir, veo, en la acera de frente, una tienda de esas que están proliferando donde se venden toda clase de artículos usados y como la curiosidad siempre va conmigo me dije: "hay que cruzar y ver qué hay allí" (yo, como D. Antonio Machado, dialogo con el hombre que siempre va conmigo; quien habla solo espera hablar a dios un día"). Crucé, estuve husmeando por allí y cuando vi al chaval que la atendía pregunté ¿relojes antiguos no tenéis? y me dijo "no, pero tengo ahí dos máquinas viejas de cuerda"; "quiero verlas".
Y mira por donde una es un Cyma 586 K y la otra un Longines 507 automático. Tanto si me llevaba las dos, si me llevaba una o me llevaba la otra el precio era el mismo. Y no me preguntéis por qué. Ni me importó, el precio era ridículo y me las traje.
Son máquinas que han estado en una caja de oro, evidentemente, y, pese a ello, el Cyma no ha estado en un cajón y ha salido de vez en cuando, no. Este ha vivido la vida. Y las humedades; y la suciedad; sólo tiene consignada una actuación en el 65. Y como, además, llevará un tiempo fuera de la caja se le ha desplazado de su sitio la brida que sujeta tanto centro como contracentro del eje volante y ambos se han perdido. Por eso digo que es casi cymaflex.
Para evitarle más oxidaciones o daños he decidido limpiarlo, aunque sea someramente ya que a mano esta suciedad no sale del todo. Y también he pensado que es una buena ocasión para observar en público sus tripas una a una y comprender el por qué de ser un calibre mítico: como los otros famosos coetáneos suyos por su simplicidad y sus buenos materiales.
¿Quien me dice que no tenía mierda?, porque esto es mierda pura. Y aún le queda más
después de pasar por el heptano, pasarle el pincel de fibra de vidrio y rascarlo, todavía se ve sucio. Empezamos montando y aceitando el sistema remontoir y vemos ahí ya en su sitio: tirete, báscula, piñones de canto y deslizante, resorte de tirete y 3 ruedas o piñones que transmiten el movimiento desde la corona al centro del reloj. La primera de ellas, la más chiquita, es el que me parece a mi el punto flaco de este calibre: en casi todas las marcas y modelos este pinón suele ser grandote, ancho hacia arriba, para que soporte bien el enorme esfuerzo que supone que giremos la corona. Pero ignoro si pese a su ligereza ha dado o no repetidos problemas. Después esas ruedas van sujetas con un pequeño puente. Hay que poner un poco de aceite en cada uno de sus ejes.
comprobamos con la corona que todo ello gira bien y que tirete y báscula hacen su función de poner en modo de dar cuerda o de poner en hora, y le damos la vuelta. Engrasamos los lados del cuadradillo de la tija y su punta, la giramos para comprobar y extender el aceite, y montamos el barrilete y a continuación la rueda de centro y ponemos el gran puente encima
Seguidamente nos toca colocar la rueda intermedia. Todas las ruedas, además de haberlas cepillado en el heptano, las rodamos por la pasta ródica antes de ponerlas en su sitio. Una vez puesta esa rueda nos toca poner la segundera, que es la que lleva el eje que sobresale por delante para poner el segundero. Y a continuación la de escape
Ahora toca engancharlas todas, las tres, con el puente de rodaje. A veces se toma un buen rato hacer que todas sus espigas entren cada una en su centro o rubí y otras, como hoy, al dejarlo caer encima se cuela solo. Hay que ir haciendo comprobaciones, p.e., moviendo el barrilete para ver que todas giran suaves antes de apretar los tornillos
una vez puesto comenzamos a poner los suplementos de la rueda de corona, colocar esta (si tiene un sólo tornillo hay que recordar que rosca al revés) y, a continuación, el rochete sobre el barrilete.
Cuando ya tenemnos todo esto instalado tenemos que rodar el rodaje, valga la rebuznancia. Se trata de hacer que todo gire haciendo el mismo movimiento que si estuvieramos dándole cuerda al reloj; giramos la corona varias veces seguidas y todo el conjunto, si está bien puesto y no hay rozamientos extraños, se pondrá en movimiento que, por la desmultiplicación de las ruedas harán que la de escape gire a gran velocidad produciendo un silbido que ha de ir disminuyendo de forma progresiva y uniforme hasta pararse. Si todo ha ido bien y antes de que se nos vaya a olvidar, ponemos aceite en todas las puntas de las ruedas, por arriba y por abajo y en la punta del barrilete por la parte de la esfera. En la otra se lo hemos tenido que poner antes de ponerle el rochete.
Y llega la hora de poner "el alacrán" (no me digáis que no lo parece ahí agazapado, entre piedras, je,je,je). El áncora también tiene a veces la ocurrencia de no querer entrar en su sitio pero si somos tercos entra. ¡Y que bonita se ve! Es una pieza, además de importantísima, bella, ingeniosa, de difícil calibración.
encima le ponemos su puente al que a veces también le cuesta que entre la espiga superior. Un truco que le he visto hacer a mi relojero es sujetarlo por encima con un destornillador haciendo una ligera, muy ligera, presión hacia abajo mientras, con la otra mano y la pinza fina, se mueve la cola o tenedor hasta que entra, generalmente haciendo un chasquido muy gratificante.
Cuando el reloj no tiene antichoque y no queremos o no nos atrevemos a desmontar su centro, tenemos la opción de engrasar la piedra desde dentro y, en ese caso, este es el momento de hacerlo. Introducimos el picaceite por el orificio que tiene esa pieza amarilla que hay junto al puente de áncora y, como ese orificio es muy fino, si rozamos y dejamos aceite fuera hemos de quitarlo y nada mejor que sacarle una punta al ródico y limpiarlo con ella.
Si queremos hacer lo mismo con las piedras del volante, lo ponemos sobre la mesa, le damos la vuelta dejando el volante hacia arriba, lo ponemos encima del ródico presionando sobre él para que se "clave" un poco y no se mueva, levantamos la llanta del volante con la pinza y la sujetamos con los dedos de la mano izquierda (o derecha en los zurdos), estiramos que no le pasa nada al espiral y con el picaceites limpio (se clava dos o tres veces hasta el fondo en el ródico) por si rozaramos alguna espira no pringarla, y le dejamos la gotita por el orificio. Por cortesía de mi hijo que estaba a mi lado, dejo una foto que vale más que diez mil palabras.
Con el áncora ya puesta damos algo de cuerda, comprobamos que se hace el escape dándole con la pinza o un destornillador fino a la cola del ancora que, a la mínima presión, ha de salir disparada hacia la otra posición donde repetiremos la misma operación y así varias veces hasta estar seguros.
Cuando lo estamos, dejamos la cola del áncora en la posición de dentro y metemos el volante en su sitio, sujetándolo por el puente y empezando desde el lado contrario de donde se va a atornillar. Metido el eje en su orificio giramos el puente hacia su sitio y el tenedor cogerá solo la elipse para empezar a girar como un loco apenas lo dejamos caer a su postura. Aquí ya lo vemos girando (no se ven sus radios) antes de ponerle el tornillo que aparece ahí en la derecha.
Ya sólo queda poner por el otro lado el cañón de minutos, aceitando su eje, la rueda de horas encima con su talco y la esfera. Se aprietan sus tornillos y se ponen las agujas. Y ya lo tenemos en postura para cuando algún día haga falta alguna de sus importantes piezas; en el reloj todas son importantes.
Aquí lo tenemos sólo y junto al hermano, que no es K, con el que va a dormir su siesta hasta que les llegue su hora.
Y colorín colorado ....... espero que os haya gustado.
Un saludo desde Sevilla. ¡Casi ná!
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