Y
yosan
Forer@ Senior
Sin verificar
Érase una vez una pluma encantada, a la que un mago perverso había condenado a malvivir con serios problemas de caudal. Siguiendo los consejos del sabio Loti, el afligido dueño de la pluma trató de localizar unas galgas para solucionar el problema (gracias, Loti). Pero le intranquilizaba el hecho de que las galgas eran metálicas; ¿no sería demasiado agresivo introducir una lámina de recio acero toledano entre los delicados gavilanes del plumín? Con todo, el intrépido se lanzó en busca de las galgas mágicas y, después de mucho caminar y preguntar, comprobó que en todo aquel reino no había ni rastro de ellas. Así que, antes de seguir buscando en otros lugares, pensó que podía existir algún remedio casero que, además, no fuera metálico. Y mirando a su alrededor, vio una agenda vieja, de aquéllas que funcionaban con recambios y llevaban anillas de las que se abrían y cerraban. La agenda tenía unas hojas separadoras de plástico que, a modo de galgas, bien podían servir para deshacer el encantamiento de la desdichada pluma. ¡Y sirvieron!
Y el dueño de la pluma fue feliz y comió perdiz.
Y colorín, colorado...
Y el dueño de la pluma fue feliz y comió perdiz.
Y colorín, colorado...