No hay que nombrar la soga en casa del ahorcado, aunque en España se permite siempre que sea con mala intención. Aún tengo miedo y temo que aparezca Marquitos, el fiera sordomudo que quizá ya no sea mi amigo, con el pajarraco y me lo tire a la cara.
Paquirrín, Fernando Savater, José Antonio Marina, Belén Esteban, Kiko Matamoros o Fernando Sánchez Dragó (tanto monta, monta tanto...) son la cumbre intelectual de España: unos escriben más que piensan, y otros cabe suponer que tienen grandes ideas y las guardan para mejores ocasiones. A la (sic) Belén creo que la van a nombrar académica de la Real un día de estos. Tampoco tendría nada de raro, Juan Luis Cebrián está allí sentado, y casi seguro que con menos méritos. Y Ramoncín creo que también, aunque no estoy seguro.
Creo que me estoy yendo un poco del tema. Mi propósito era romper una lanza, una caña o un cañar entero por el casticísimo carajillo frente al foráneo yintonic, brebaje cuya confección y presentación pienso criticar con la ferocidad que me caracteriza. Al mismo tiempo quiero entonar un canto de vida y esperanza (lo que no es tradición es plagio) para el anís, el revuelto y el sol y sombra (o solisombra, como debería decirse). Espero conseguir que nadie vuelva a pedir yintonis, sino tónica con ginebra, como cuando éramos... bueno...como cuando éramos, dejémoslo allí.
Si te parece larga y pesada la respuesta, estarás en lo cierto, pero es justo castigo por haber nombrado al loro de los co¬ones.