M
Martínez
Novat@
Verificad@ con 2FA
Tras algún tiempo siguiendo el foro, y agradecido a las contribuciones de los compañeros, me animo a compartiros mi colección, que creo que os puede divertir. Digo esto porque hay un pequeño tema común, son relojes "ponibles" pero con un punto transgresor o innovador que puede ser más o menos sutil. La cosa va de alguna forma en llevar la contraria al tiempo, al menos a algunas convenciones en lo básico de dar la hora. Encuentro algo poético en ello. Creo que a este mundo hemos venido a reírnos, así que no deberíamos tomar el tiempo demasiado en serio ni tampoco verlo de forma rutinaria.
Una advertencia es que no es una colección con método ni pretende ser exhaustiva, la voy haciendo a impulsos. Y otra es también una disculpa, por mi poco oficio con las fotos…
Ahí tenéis:
Dos innovadores y a la vez transgresores del segundero a saltos: relojes que logran que el segundero gire continuo (o lo parezca), como continuo es el tiempo. El ingenioso Bulova Accutron, del 66, anterior al cuarzo, con su diapasón que vibra a 360 Hz vs los 2,5–5 Hz de un mecánico típico. Aquí el modelo que hace striptease del mecanismo. Un gusto escuchar ese zumbido al acercar la oreja. Esos pasitos generan un barrido en el segundero (al menos a la vista), como consigue también el Grand Seiko SLGA019 con Spring Drive (mezclando tres energías distintas: la automática, la eléctrica y la electromagnética). La aguja recorre la esfera texturizada como la sombra del sol sobre un lago en calma, sin sobresaltos. La reserva de marcha, como el tiempo que nos queda, oculta a la vista.
En la línea inferior, dos hermanos de la misma casa indie, dos Mr Jones. El primero es “The Promise of Happiness”. El tigre en la jungla a lo Rousseau mira a la luna con salto de hora mientras los minutos transcurren camuflados en sus rayas, porque mientras tanto el mundo sigue, como dijo la poeta Mary Oliver. Es interesante como se funde la obra con el mecanismo. También tiene su punto infantil el psicodélico Eyecon, sin números, sin agujas, lo que ayuda de desintelectualizar el tiempo y a recordar con sus corazoncitos, como dijo el poeta Van Dyke, que el tiempo es eterno sólo para los que aman.
Entre lo clásico y lo inesperado, el engañosamente simple Genta retroseconds tiene como su nombre indica un segundero retrógrado, barriendo un arco de 0 a 30 segundos. Un ritual con sobresaltos regulares, progresos cercenados, mucho más ajustado a la verdad que algo que gira con parsimonia y sin emoción. Si en éste el secreto está en que la aguja es más rápida que el ojo, en el Swatch "As Time Goes By" el secreto está en que las agujas no se mueven. Las manecillas quedan inmóviles en el clásico y sonriente 10:10, mientras que son los números los que rotan para que se pongan en su sitio horas y minutos, con dos discos. Como dijo otro poeta, Rajoy, a veces lo más urgente es no hacer nada.
En la banda de abajo, Jaeger Le Coultre Reverso duoface. No es poca transgresión duplicar el tiempo y mantener una cara para el mundo y otra secreta, accesible con una puerta batiente secreta. Sereno o viajero, recto o curvo, claro u oscuro, deportivo o elegante, son falsos dilemas. A su derecha, otro reloj que también se transforma con un gesto, esta vez sólo de muñeca. El hipnótico Perrelet Mystical Paranoia, capaz de convertirse en un vórtice infinito al hacer rotar su turbina. Se dice que los occidentales vivimos el tiempo lineal, los orientales, o al menos su tradición, cíclico… pero realmente lo vivimos muchas veces en trance, aturdidos, como un abismo.
Otros dos relojes diseñados para desafiar esa rutina que creemos lógica. Uno es el Crazy Hours de Frank Muller, quizá el que más desafía no sólo al tiempo sino a la numeración, por mucho que la ensalzara la canción del Pavo Real. El caos es sólo aparente, el desorden se sigue escrupulosamente y la aguja siempre salta a la hora adecuada. Pero no sin gritar que cualquier orden es arbitrario. Otro, el Russian Code de Raketa, hace una enmienda a la mayor, con su giro antihorario que incluye los segundos. ¿Ganas de llevar la contraria? Podría argumentarse que el giro “real” es el antihorario, porque es el que sigue el sistema solar; el convencional es el invertido, porque procede de los relojes de sol. Todo es relativo, lo que es una frase muy a recurrir para no llegar a las manos en estos días navideños.
Abajo, dos relojes que invitan a pedir a otros que traten de leer la hora: el Xeric Scrambler, que representa a los relojes con “horas vagabundas”. En efecto, parecen deambular en una coreografía mística . Y para terminar este recorrido, el Crazy Wheel de Franck Dubarry, que comparte con el anterior ese aire a sistema solar o quizá más a noria, manteniendo la pequeña esfera de las horas su dignidad vertical mientras se la hace orbitar.
Una advertencia es que no es una colección con método ni pretende ser exhaustiva, la voy haciendo a impulsos. Y otra es también una disculpa, por mi poco oficio con las fotos…
Ahí tenéis:
Dos innovadores y a la vez transgresores del segundero a saltos: relojes que logran que el segundero gire continuo (o lo parezca), como continuo es el tiempo. El ingenioso Bulova Accutron, del 66, anterior al cuarzo, con su diapasón que vibra a 360 Hz vs los 2,5–5 Hz de un mecánico típico. Aquí el modelo que hace striptease del mecanismo. Un gusto escuchar ese zumbido al acercar la oreja. Esos pasitos generan un barrido en el segundero (al menos a la vista), como consigue también el Grand Seiko SLGA019 con Spring Drive (mezclando tres energías distintas: la automática, la eléctrica y la electromagnética). La aguja recorre la esfera texturizada como la sombra del sol sobre un lago en calma, sin sobresaltos. La reserva de marcha, como el tiempo que nos queda, oculta a la vista.
En la línea inferior, dos hermanos de la misma casa indie, dos Mr Jones. El primero es “The Promise of Happiness”. El tigre en la jungla a lo Rousseau mira a la luna con salto de hora mientras los minutos transcurren camuflados en sus rayas, porque mientras tanto el mundo sigue, como dijo la poeta Mary Oliver. Es interesante como se funde la obra con el mecanismo. También tiene su punto infantil el psicodélico Eyecon, sin números, sin agujas, lo que ayuda de desintelectualizar el tiempo y a recordar con sus corazoncitos, como dijo el poeta Van Dyke, que el tiempo es eterno sólo para los que aman.
Entre lo clásico y lo inesperado, el engañosamente simple Genta retroseconds tiene como su nombre indica un segundero retrógrado, barriendo un arco de 0 a 30 segundos. Un ritual con sobresaltos regulares, progresos cercenados, mucho más ajustado a la verdad que algo que gira con parsimonia y sin emoción. Si en éste el secreto está en que la aguja es más rápida que el ojo, en el Swatch "As Time Goes By" el secreto está en que las agujas no se mueven. Las manecillas quedan inmóviles en el clásico y sonriente 10:10, mientras que son los números los que rotan para que se pongan en su sitio horas y minutos, con dos discos. Como dijo otro poeta, Rajoy, a veces lo más urgente es no hacer nada.
En la banda de abajo, Jaeger Le Coultre Reverso duoface. No es poca transgresión duplicar el tiempo y mantener una cara para el mundo y otra secreta, accesible con una puerta batiente secreta. Sereno o viajero, recto o curvo, claro u oscuro, deportivo o elegante, son falsos dilemas. A su derecha, otro reloj que también se transforma con un gesto, esta vez sólo de muñeca. El hipnótico Perrelet Mystical Paranoia, capaz de convertirse en un vórtice infinito al hacer rotar su turbina. Se dice que los occidentales vivimos el tiempo lineal, los orientales, o al menos su tradición, cíclico… pero realmente lo vivimos muchas veces en trance, aturdidos, como un abismo.
Otros dos relojes diseñados para desafiar esa rutina que creemos lógica. Uno es el Crazy Hours de Frank Muller, quizá el que más desafía no sólo al tiempo sino a la numeración, por mucho que la ensalzara la canción del Pavo Real. El caos es sólo aparente, el desorden se sigue escrupulosamente y la aguja siempre salta a la hora adecuada. Pero no sin gritar que cualquier orden es arbitrario. Otro, el Russian Code de Raketa, hace una enmienda a la mayor, con su giro antihorario que incluye los segundos. ¿Ganas de llevar la contraria? Podría argumentarse que el giro “real” es el antihorario, porque es el que sigue el sistema solar; el convencional es el invertido, porque procede de los relojes de sol. Todo es relativo, lo que es una frase muy a recurrir para no llegar a las manos en estos días navideños.
Abajo, dos relojes que invitan a pedir a otros que traten de leer la hora: el Xeric Scrambler, que representa a los relojes con “horas vagabundas”. En efecto, parecen deambular en una coreografía mística . Y para terminar este recorrido, el Crazy Wheel de Franck Dubarry, que comparte con el anterior ese aire a sistema solar o quizá más a noria, manteniendo la pequeña esfera de las horas su dignidad vertical mientras se la hace orbitar.