croma
Habitual
Sin verificar
Hola:
Una reflexión que me viene a la cabeza cuando ojeo anuncios de plumas es si costará mucho trabajo lavar las estilográficas que se ponen a la venta.
En piezas nuevas sería inconcebible admitir una unidad pringosa. Imaginemos una reluciente edición limitada marcada con las huellas de alguien que haya disfrutado de un flan de huevo con las manos. Cualquier vendedor que tuviera el descuido sería tachado de inmediato de cochino para arriba.
Pero en piezas de segunda mano la moral se relaja y parece que algunos comerciantes confunden antigüedad y solera con mugre y tropezones, ofreciendo a los rescatadores piezas a medio camino entre el despojo y una digestión interrumpida. En algunos casos sin duda, su intención es provocar a los restauradores compulsivos a que apliquen sus técnicas de “RCP” sobre sus antiguallas.
Todo ello viene al caso por un anuncio que está estos días activo en la chatarrería mundial que es “ebay”. La pieza es un modesta Parker 45 color verde puré de guisantes. Lo que más llama la atención son las fotos en las que se descubre una 45 rebozada de mugre colocada sobre una especie de chuleta de Sajonia caducada y acompañada de una descripción que dice: “The pen is in good condition. It needs new ink and a light cleaning.”
Bien, lo primero es dudar de que bajo esa capa aislante de gérmenes alguien haya podido determinar que algo esté en buen estado. Pero podemos confiar y tener fe en la palabra de quien ofrece el producto, que a la sazón, se confiesa joyero. Lo segundo es preguntarse la razón de porqué le habrán cortado el suministro de agua corriente a su, suponemos, elegante y lustrosa joyería, si bien con nombre de roedor. Esa razón, que hace volar nuestra imaginación, es el único motivo que se puede esgrimir para no haber aplicado las abluciones de rigor a esa desgraciada 45 antes de mostrarla en público.
Obviamente, afirmar que requiere una ligera limpieza es demasiado optimista por su parte, lo cual vuelve a hacer dudar del inferido buen estado, quizá igualmente optimista.
Otorgando el beneficio de la duda, comprobamos que su joyería no esté emplazada en algún lugar como el Desierto de Atacama o la plaza de toros de Écija, conocidos secarrales ásperos, tacaños con el líquido elemento, lo que explicaría la cláusula implícita en el anuncio: “que la lave su dueño”. Pero no, la flamante joyería se encuentra en tierras norteamericanas y como presume en su imagen de cabecera de un robusto vegetal en flor, entendemos que por ello y por razones comerciales, tampoco se debe ubicar en el Mojave ni en el Valle de la Muerte. Descartado pues el factor geográfico, solo nos queda echar mano del factor preventivo.
El bueno del joyero, atenazado por las procelosas noticias sobre las pestes que nos asolan, se ha negado con buen juicio y suma cautela a tocar semejante fuente de microbios, que a saber quién la habrá chupado para dejarla así. Es más, a juzgar por el importe de los gastos de envío, es de suponer que se mandará blindada y encapsulada al vacío para evitar que salten todas las alarmas higiénicas en las aduanas que vaya atravesando en su periplo hasta su víctima, perdón, coleccionista.
Nada dice el vendedor, con evidente prisa por deshacerse del objeto, pues acepta ofertas a pesar de un bajo precio de salida, sobre el anterior poseedor ni de su lugar de reposo. De la pluma, queremos decir, no del poseedor. Aunque pensándolo bien, quizá haya sido el mismo. En ese caso, es posible que nos hallemos ante un objeto arrebatado a alguien que quiso compartir con esa 45 su descanso eterno, evidentemente interrumpido.
Ante posibilidades tan peregrinas, y para llamar solamente guarro al vendedor, pensemos que la pobre pluma fue víctima de un uso descuidado en algún rancho local, derivando de ello su caída accidental en alguna fosa de estiércol mientras el propietario examinaba con ella la consistencia de los detritos frescos de su hembra de cría favorita. El proceso de compostaje posterior y la comercialización del abono resultante pudo llevar al jardín de la exquisita joyería tan tenaz pluma y el joyero, no queriendo perder la oportunidad, no ha dudado en ofrecer en venta semejante chollo a algún ansioso coleccionista.
Por último, deberá saber el afortunado comprador que en las fotos no es posible apreciar los aromas y miasmas que, sin duda, deben rodear semejante reservorio de patógenos. Advertido queda.
Saludos.
Una reflexión que me viene a la cabeza cuando ojeo anuncios de plumas es si costará mucho trabajo lavar las estilográficas que se ponen a la venta.
En piezas nuevas sería inconcebible admitir una unidad pringosa. Imaginemos una reluciente edición limitada marcada con las huellas de alguien que haya disfrutado de un flan de huevo con las manos. Cualquier vendedor que tuviera el descuido sería tachado de inmediato de cochino para arriba.
Pero en piezas de segunda mano la moral se relaja y parece que algunos comerciantes confunden antigüedad y solera con mugre y tropezones, ofreciendo a los rescatadores piezas a medio camino entre el despojo y una digestión interrumpida. En algunos casos sin duda, su intención es provocar a los restauradores compulsivos a que apliquen sus técnicas de “RCP” sobre sus antiguallas.
Todo ello viene al caso por un anuncio que está estos días activo en la chatarrería mundial que es “ebay”. La pieza es un modesta Parker 45 color verde puré de guisantes. Lo que más llama la atención son las fotos en las que se descubre una 45 rebozada de mugre colocada sobre una especie de chuleta de Sajonia caducada y acompañada de una descripción que dice: “The pen is in good condition. It needs new ink and a light cleaning.”
Bien, lo primero es dudar de que bajo esa capa aislante de gérmenes alguien haya podido determinar que algo esté en buen estado. Pero podemos confiar y tener fe en la palabra de quien ofrece el producto, que a la sazón, se confiesa joyero. Lo segundo es preguntarse la razón de porqué le habrán cortado el suministro de agua corriente a su, suponemos, elegante y lustrosa joyería, si bien con nombre de roedor. Esa razón, que hace volar nuestra imaginación, es el único motivo que se puede esgrimir para no haber aplicado las abluciones de rigor a esa desgraciada 45 antes de mostrarla en público.
Obviamente, afirmar que requiere una ligera limpieza es demasiado optimista por su parte, lo cual vuelve a hacer dudar del inferido buen estado, quizá igualmente optimista.
Otorgando el beneficio de la duda, comprobamos que su joyería no esté emplazada en algún lugar como el Desierto de Atacama o la plaza de toros de Écija, conocidos secarrales ásperos, tacaños con el líquido elemento, lo que explicaría la cláusula implícita en el anuncio: “que la lave su dueño”. Pero no, la flamante joyería se encuentra en tierras norteamericanas y como presume en su imagen de cabecera de un robusto vegetal en flor, entendemos que por ello y por razones comerciales, tampoco se debe ubicar en el Mojave ni en el Valle de la Muerte. Descartado pues el factor geográfico, solo nos queda echar mano del factor preventivo.
El bueno del joyero, atenazado por las procelosas noticias sobre las pestes que nos asolan, se ha negado con buen juicio y suma cautela a tocar semejante fuente de microbios, que a saber quién la habrá chupado para dejarla así. Es más, a juzgar por el importe de los gastos de envío, es de suponer que se mandará blindada y encapsulada al vacío para evitar que salten todas las alarmas higiénicas en las aduanas que vaya atravesando en su periplo hasta su víctima, perdón, coleccionista.
Nada dice el vendedor, con evidente prisa por deshacerse del objeto, pues acepta ofertas a pesar de un bajo precio de salida, sobre el anterior poseedor ni de su lugar de reposo. De la pluma, queremos decir, no del poseedor. Aunque pensándolo bien, quizá haya sido el mismo. En ese caso, es posible que nos hallemos ante un objeto arrebatado a alguien que quiso compartir con esa 45 su descanso eterno, evidentemente interrumpido.
Ante posibilidades tan peregrinas, y para llamar solamente guarro al vendedor, pensemos que la pobre pluma fue víctima de un uso descuidado en algún rancho local, derivando de ello su caída accidental en alguna fosa de estiércol mientras el propietario examinaba con ella la consistencia de los detritos frescos de su hembra de cría favorita. El proceso de compostaje posterior y la comercialización del abono resultante pudo llevar al jardín de la exquisita joyería tan tenaz pluma y el joyero, no queriendo perder la oportunidad, no ha dudado en ofrecer en venta semejante chollo a algún ansioso coleccionista.
Por último, deberá saber el afortunado comprador que en las fotos no es posible apreciar los aromas y miasmas que, sin duda, deben rodear semejante reservorio de patógenos. Advertido queda.
Saludos.
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