Alberto
Habitual
Sin verificar
Simple título, pero que implica cosas universales e incomprensibles.
Fue en 1997 cuando trasladaron a mi padre a una base aérea militar en la hermosa ciudad de Oaxaca en el sureste de mi país. Oaxaca es bien conocida por su antiquísima cultura, estado del tamaño del país centroamericano de Honduras, tienen 7 regiones indígenas, cada región tiene lengua propia y rasgos culturales muy hermosos y digno de admirar, la comida, vestimenta, lengua, idiosincrasia y demás características hacen de este estado un lugar que bien podría ser un país. Selvático, montañoso, costas, boscoso, rico en recursos naturales lo hacen único, Oaxaca es símbolo de tradición y arte.
Cuna de grandes artistas como el pintor Francisco Toledo, Rufino Tamayo y otros, se han insipirado en su rica cultura, tan llena de exquisita mezcla de rasgos indígenas prehispánicos y europeos, un sicretismo digno de admirar y analizar.
Y si, a nuestra primera llegada a tan singular ciudad, se denotan los rasgos coloniales españoles con las tradiciones indígenas, la pobreza es un problema que sucumbe esa región y no es para menos.
Ese día, cálido, despejado, fuimos al centro de la ciudad, entramos a la catedral para conocer a la Virgen de la Soledad, famosa en la región y milagrosa para la población. Y al entrar, admirando los hermosos retablos estofados en laminilla de oro, ver los óleos tan antiguos y mirar cada rincón de la arquitectura de esa bella construcción, a voltear un instante, ví una escena que me paralizó, no medité al respecto, simplemente, y tal vez hice mal, tomé la cámara Nikon de mi padre, enfoqué sin hacer algún ajuste y presioné el obturador:
Los ojos de la anciana rebosaban de oraciones, un pesar en su alma le hacia expresar preocupación, la toma es hermosa, muestra rasgos muy interesantes. Las velas dan un aire místico de esa enorme fe, su rebozo y su vestimenta, en conjunto con la expresión de su rostro, arrugado y cansado, los lirios dignos representantes del arte mexicano, no en vano Diego Rivera los plasmaba en sus bellas obras, al fondo la pared de arquiectura colonial española, y las velas en la parte inferior derecha reafirman ese toque de misticismo y solemnidad dignos del acto.
Así es México, una mezcla que denota en cada detalle de nuestras vidas diarias, que provenimos de un choque de dos culturas y ahi esta, en cada rincón y cada espacio nuestro.
Cabe mencionar que no soy y ni pretendo ser fotógrafo artístico o profesional, no sé manejar una cámara y ni mucho menos, aunque si me gusta la fotografía artística, ese día por encargo traía la cámara conmigo, esta foto estuvo extraviada por dos años, sentía nostalgia al no contar con el negativo, hasta que un día, sin buscarla salió por ahí de un rincón, la rescaté y ahora la tengo en un álbum. No tiene ninguna técnica apropiada de fotografía, pero lo que me interesaba mostrarles era el contenido, ojalá que les haya gustado.
Gracias por leer hasta aquí, reciban un saludo.
Fue en 1997 cuando trasladaron a mi padre a una base aérea militar en la hermosa ciudad de Oaxaca en el sureste de mi país. Oaxaca es bien conocida por su antiquísima cultura, estado del tamaño del país centroamericano de Honduras, tienen 7 regiones indígenas, cada región tiene lengua propia y rasgos culturales muy hermosos y digno de admirar, la comida, vestimenta, lengua, idiosincrasia y demás características hacen de este estado un lugar que bien podría ser un país. Selvático, montañoso, costas, boscoso, rico en recursos naturales lo hacen único, Oaxaca es símbolo de tradición y arte.
Cuna de grandes artistas como el pintor Francisco Toledo, Rufino Tamayo y otros, se han insipirado en su rica cultura, tan llena de exquisita mezcla de rasgos indígenas prehispánicos y europeos, un sicretismo digno de admirar y analizar.
Y si, a nuestra primera llegada a tan singular ciudad, se denotan los rasgos coloniales españoles con las tradiciones indígenas, la pobreza es un problema que sucumbe esa región y no es para menos.
Ese día, cálido, despejado, fuimos al centro de la ciudad, entramos a la catedral para conocer a la Virgen de la Soledad, famosa en la región y milagrosa para la población. Y al entrar, admirando los hermosos retablos estofados en laminilla de oro, ver los óleos tan antiguos y mirar cada rincón de la arquitectura de esa bella construcción, a voltear un instante, ví una escena que me paralizó, no medité al respecto, simplemente, y tal vez hice mal, tomé la cámara Nikon de mi padre, enfoqué sin hacer algún ajuste y presioné el obturador:
Los ojos de la anciana rebosaban de oraciones, un pesar en su alma le hacia expresar preocupación, la toma es hermosa, muestra rasgos muy interesantes. Las velas dan un aire místico de esa enorme fe, su rebozo y su vestimenta, en conjunto con la expresión de su rostro, arrugado y cansado, los lirios dignos representantes del arte mexicano, no en vano Diego Rivera los plasmaba en sus bellas obras, al fondo la pared de arquiectura colonial española, y las velas en la parte inferior derecha reafirman ese toque de misticismo y solemnidad dignos del acto.
Así es México, una mezcla que denota en cada detalle de nuestras vidas diarias, que provenimos de un choque de dos culturas y ahi esta, en cada rincón y cada espacio nuestro.
Cabe mencionar que no soy y ni pretendo ser fotógrafo artístico o profesional, no sé manejar una cámara y ni mucho menos, aunque si me gusta la fotografía artística, ese día por encargo traía la cámara conmigo, esta foto estuvo extraviada por dos años, sentía nostalgia al no contar con el negativo, hasta que un día, sin buscarla salió por ahí de un rincón, la rescaté y ahora la tengo en un álbum. No tiene ninguna técnica apropiada de fotografía, pero lo que me interesaba mostrarles era el contenido, ojalá que les haya gustado.
Gracias por leer hasta aquí, reciban un saludo.