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Buenas tardes compañeros amantes de las estilográficas y del derroche de ríos de tinta dibujando palabras.
Reconciliandome mentalmente con estos objetos, me he sorprendido, a mí mismo, bajo una inmensa reflexión:
Desde los años (pocos, muy pocos) como usuario aférrimo de estos instrumentos de escritura, me he dado cuenta que nunca me había pasado con ninguna otra cosa:
Tener tantas y tantas situaciones adversas.
Raro es el día que una estilográfica no rasque como no hizo la última vez.
O descubra que mis dedos están manchados de tinta.
O la absoluta tragedia de una caída al abismo desde una mesa, y que, como así ocurre con las tostadas, siempre caerá de la forma más dañina para el plumin.
O me enoje por que el plumín, seco, me haga maldecir por fallar el primer trazo.
Pero también, cuando se alinean los astros, el placer del deslizamiento sutil y embriagador cuando el matrimonio entre el plumín, la tinta y el papel, conjugan a la perfección, haciendo de ello, una experiencia inigualable.
Son quizás más numerosas las ocasiones negativas que positivas en el uso, aunque si sumáse los minutos observando con placer la estética y los colores hipnóticos del exterior de la estilográfica y las tenues sombras de la tinta ya usada, ganarían los momentos disfrutados a los cargados de ira.
Y cuál es la conclusión de todo ello?
Que, sean negativos, positivos o neutrales, las estilográficas me hacen experimentar sentimientos.
Y de eso va la vida, de sentir.
Un bolígrafo, fiel durante años , jamás me trajo grandes desgracias ni grandes alegrías, y desde luego, que tampoco sentimientos.
Y sin sentimientos, hasta la experiencia mas profunda, queda vacía.
Frágiles y erráticas, dulces y a veces amargas, a veces fieles amantes y otras crueles en su desempeño, amadas y odiadas, incomprendidas y desfasadas en el tiempo, pero, con tal vida propia, que como ningún otro objeto, las estilográficas, me hacen sentir.
Y como reitero, de sentimientos vive el hombre, y cuando éstos dejen de fluir, dejadme abandonado a mí suerte porque como el frió mármol, o un anodino bolígrafo, quedaré desnudo, aburrido, y sin vida.
Hasta entonces, mientras dure mi locura, seguiré sintiendo, y observando, una estilográfica entre mis dedos.
Un abrazo a todos!
Reconciliandome mentalmente con estos objetos, me he sorprendido, a mí mismo, bajo una inmensa reflexión:
Desde los años (pocos, muy pocos) como usuario aférrimo de estos instrumentos de escritura, me he dado cuenta que nunca me había pasado con ninguna otra cosa:
Tener tantas y tantas situaciones adversas.
Raro es el día que una estilográfica no rasque como no hizo la última vez.
O descubra que mis dedos están manchados de tinta.
O la absoluta tragedia de una caída al abismo desde una mesa, y que, como así ocurre con las tostadas, siempre caerá de la forma más dañina para el plumin.
O me enoje por que el plumín, seco, me haga maldecir por fallar el primer trazo.
Pero también, cuando se alinean los astros, el placer del deslizamiento sutil y embriagador cuando el matrimonio entre el plumín, la tinta y el papel, conjugan a la perfección, haciendo de ello, una experiencia inigualable.
Son quizás más numerosas las ocasiones negativas que positivas en el uso, aunque si sumáse los minutos observando con placer la estética y los colores hipnóticos del exterior de la estilográfica y las tenues sombras de la tinta ya usada, ganarían los momentos disfrutados a los cargados de ira.
Y cuál es la conclusión de todo ello?
Que, sean negativos, positivos o neutrales, las estilográficas me hacen experimentar sentimientos.
Y de eso va la vida, de sentir.
Un bolígrafo, fiel durante años , jamás me trajo grandes desgracias ni grandes alegrías, y desde luego, que tampoco sentimientos.
Y sin sentimientos, hasta la experiencia mas profunda, queda vacía.
Frágiles y erráticas, dulces y a veces amargas, a veces fieles amantes y otras crueles en su desempeño, amadas y odiadas, incomprendidas y desfasadas en el tiempo, pero, con tal vida propia, que como ningún otro objeto, las estilográficas, me hacen sentir.
Y como reitero, de sentimientos vive el hombre, y cuando éstos dejen de fluir, dejadme abandonado a mí suerte porque como el frió mármol, o un anodino bolígrafo, quedaré desnudo, aburrido, y sin vida.
Hasta entonces, mientras dure mi locura, seguiré sintiendo, y observando, una estilográfica entre mis dedos.
Un abrazo a todos!
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