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Es un simple anecdotario, pero aún así me parecio interesante. René Descartes.

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PIENSO LUEGO EXISTO



“La lectura de todo buen libro es como una conversación con los hombres que lo han escrito, los más dignos de las edades pasadas, una conversación selecta en la cual no nos descubren sino sus mejores pensamientos.”

“Leer un libro enseña más que hablar con su autor, porque el autor en el libro sólo ha puesto sus mejores pensamientos.”

Estas dos frases pertenecen a Renato Descartes, nacido en 1596 en la Turena, hijo de una noble familia, pues tenía el título de señor Du Perron. Era de salud frágil que le incitaba a una vida retirada, no en vano su máxima favorita era “bene vixit qui bene latuit”, es decir, “vive feliz el que vive escondido”.

A pesar de ello a los 21 años entró como voluntario en el ejército, tal vez porque esto le permitía conocer a muchos hombres y a muchos caracteres, pues su gran pasión era el conocimiento del hombre.

Era de muy nobles sentimientos, y una vez le preguntaron por qué no se había vengado de uno que le había ofendido y respondió:

-Cuando alguien me ofende busco elevar mi alma a tal altura que la ofensa no llegue.

Lo que es mucho de admirar en una época en que la sombra de una ofensa provocaba un duelo.

Le preguntaron una vez cuáles eran para él las cosas más raras y preciosas.

-Son tres respondió-: un orador perfecto, un buen libro y una mujer sin defectos.

Escribió muchos libros científicos sobre álgebra, meteoros, experimentos varios, también sobre teología, metafísica y sobre las pasiones del alma, e incluso un Tratado del hombre y de la formación del feto. Nada le era ajeno.

Su obra más conocida es el Discurso del Método, que en realidad es el prólogo a un libro científico. Este discurso que se edita contínuamente da razón de su duda metódica. “Descartes cree haber encontrado el único camino seguro para llegar a enseñorearse de la verdadera filosofía. Este camino que ha ideado es contrario al seguido hasta entonces en las escuelas, y así debía ser porque su juicio es de que por los procedimientos empleados no se llega a ningún resultado, si ya no sucede que se imbuye la inteligencia del que estudia en miles de errores o inexactitudes. Porque ha observado que hay grandes discrepancias entre lo que enseñan los que son tenidos por sabios; ha advertido en sí multitud de errores a que le ha conducido el mal uso de sus sentidos, frecuentes equivocaciones en el juicio de las cosas que nacían de prejuicios adquiridos con la educación. De donde concluye: luego la autoridad de los doctos no me basta para estar seguro de lo que me enseñaron es verdad.”

Su frase: “Pienso luego existo” citada muchas veces en su versión latina: “cogito ergo sum”, es el resumen de su filosofía, aunque discutida algunas veces por varios autores a pesar de que él la consideró “tan firme y segura que no la pueden conmover las más extravagantes suposiciones de los escépticos.” Ortega y Gasset decía: “La verdad es que no existo porque pienso sino al contrario, pienso porque existo, porque la vida me plantea crudos problemas inexorables.” Quizá el origen de la frase de Descartes deba encontrarse en Cicerón, que dijo: “Vivere est cogitare”, es decir: “Vivir es pensar.” También puede encontrarse esta idea en san Agustín.

Descartes, que huía de la publicidad, se retiró a Holanda, pero su fama se extendió por toda Europa hasta el punto que la reina Cristina de Sucia le llamó a su lado.

Era aficionado a la buena mesa, y cuando el duque de Duras le reprochaba un día su afición por los buenos manjares le dijo:

-¿Creéis, duque, que la naturaleza ha creado las cosas buenas sólo para los ignorantes?

Como no gozaba de buena salud procuraba cuidarse, lo que no impedía que fuese un escrupuloso cumplidor de sus deberes, a los que sacrificaba incluso su salud, lo que razonaba diciendo:

-No habiendo podido encontrar un medio seguro para conservar la vida sigo por lo menos el medio seguro para no temer la muerte.

Cuando se trasladó a Estocolmo a instancias de la reina Cristina se instaló en una gran habitación en una ala del palacio. Una noche de mucho frío, ya de madrugada, la reina llamó a Descartes, que estaba durmiendo. Abrigándose como pudo atravasó gélidos pasillos tanto a la ida como a la vuelta de su conversación con la soberana. Cogió frío que le dio una gran calentura y tuvo que guardar cama. El resfriado degeneró en pulmonía y Descartes se dio cuenta de que su última hora se acercaba. Con ánimo cristiano y católico por más señas, pues no quiso convertirse al protestantismo por más que le incitaron a ello, se enfrentó serenamente a la muerte.

Las últimas palabras que recogieron los que le rodeaban fueron:

-Alma mía, es necesario partir. Hace mucho tiempo que estás prisionera y ha llegado el momento que te desembaraces del cuerpo. Es necesario soportar esta separación con serenidad y alegría.

Cuando murió tenía 54 años.

No puedo dejar de recordar dos frases de Descartes que mucho me han impresionado:

“La alegría que nace del bien es seria, mientras que la que nace del mal va acompañada de risas y burlas.”

“Con frecuencia una alegría improvisada vale más que una tristeza cuya causa es verdadera. Sepamos pues improvisar nuestra alegría.”
 
Querido Pooh, bienaventurados vosotros, los que enséñáis, porque a vosotros deberán ellos la virtud mayor,...el conocimiento...
 
El pensamiento de Descartes es la bisagra que hay entre la idea de Suárez del ser y el giro copernicano en la filosofía de Kant. Así la frase exacta es Je pense donc je suis, ya que Descartes no dice que piensa luego existo. La sutileza es que el existir es el ser en la contingencia y la posibilidad, pero no en la necesidad. Esta idea la aprecia Suárez y por ello introduce la duración intrínseca con respecto a la diferencia del ser y la existencia. El ser es creado en un momento y contiene un atisbo de necesidad. Pero para que haya existencia necesita que el ser dure un instante, que pase tiempo y a esto Suárez le llama duración. La duración es la existencia del ser, el tiempo que dura un instante en el ser. Así, la existencia pasa a ser la posibilidad y contingencia al margen de la necesidad del ser que solo es Dios, para Suárez.
Descartes dice que pienso luego soy, (no dice pienso luego existo), que es la diferencia con respecto a la existencia. Es decir, introduce el argumento ontológico cuya expresión sería “para que yo sea un ser es necesario que piense”. Descartes comienza el giro copernicano en el sentido de que el ser empieza en uno mismo, en el yo convertido en sustancia, y no en las cosas de las que duda. Pero al comprender el pensar con el ser ya da pie a Kant para que termine lo que inició Descartes, el giro copernicano.
Para ello el sujeto, el yo es el centro y no las cosas. El yo necesita de la experiencia para conocer. De allí el Yo trascendental, el noúmeno, el fenómeno, la noción del a priori. Pero para ello necesita que el yo se dé cuenta que piensa y para ello exige el tiempo. Es el ánimo de Kant, que es el yo empírico que comprende que piensa porque hay una memoria de sí mismo que ocurre en la síntesis del tiempo.
Así se llega a Heidegger, antes pasando por la fenomenología de Husserl, para explicar que el ser es tiempo y que hay dos clases de tiempo en relación al ser de la existencia, la inauténtica del tiempo medido, del todo de la gente y el tiempo de la existencia auténtica que es la temporalidad extática.

¡Lo que hay que hacer por la publicidad!:yhoo:: :yhoo::
Un abrazo
surfista
 
Las últimas palabras que recogieron los que le rodeaban fueron:

-Alma mía, es necesario partir. Hace mucho tiempo que estás prisionera y ha llegado el momento que te desembaraces del cuerpo. Es necesario soportar esta separación con serenidad y alegría.


Esto se parece mucho a:
"Oh,amable y huidiza alma,
huesped y compañera de mi cuerpo,
¿adonde iras ahora,
palida ,fria y desnuda,
y sin inspirar como antes ,alegria?

del emperador Adriano,poco antes de morirse::Dbt:: ...
 
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