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Sin verificar
Por si interesa.
Síndrome de Stendhal
El espíritu de la sensibilidad
Dra. Paloma Merino Amador
Marie Henri Beyle, más conocido por su seudónimo literario, Stendhal, nace en Grenoble, Francia, en 1783, en medio de grandes revueltas políticas que acabaron con la monarquía francesa. Mente brillante y privilegiada, acaba trabajando en el Ministerio de Guerra como militar. Esta actividad es la que le lleva a conocer la que sería su más secreta pasión: viajar.
Hay muchos modos de emprender viaje y recorrer kilómetros, pero para Stendhal, dada su gran sensibilidad, no hay otra manera que no sea la de integrarse en la cultura y los sentimientos de aquellos lugares que conoce. Cada ciudad, cada persona que encuentra en su camino, se convierten en una experiencia iniciática. Escribió Stendhal: “... yo he tomado ya una decisión: los monumentos célebres los veré siempre completamente solo”. Para el escritor, el conocer las esculturas, los edificios antiguos, no se trata solamente de ver o de contemplar, se trata de realizar un viaje al interior de sus propias vivencias, de sus recuerdos, de las inigualables experiencias que son las que forjamos dentro de nosotros mismos. Stendhal creía que todas las obras de arte estaban generadas desde las pasiones del hombre, lo que le llevaba al encontrarse con ellas, a remover y remozar su propio espíritu. Nunca sabremos si esto se debió únicamente a su alma sedienta de saber y belleza, o si en algo contribuyó que el país protagonista de sus andanzas no fuera otro que la seductora Italia. Tanta fue la pasión que sintió por este país que se declaró su hijo adoptivo.
El síndrome de Stendhal o enfermar de belleza
Recorre Stendhal Florencia, ya enamorado de Milán y su vida cultural, dado que era gran amante de la música y la ópera. Describe en sus escritos Rome, Naples et Florence y en Mémoires d´un touriste no sólo lo que visita sino las sensaciones que experimenta. Nos cuenta de una manera ingenua, casi infantil, cómo estando dentro Basílica de la Santa Croce de Florencia sufre una especie de abatimiento, con fuertes latidos de corazón: “La vida se me había desvanecido, caminaba con temor de caer”. Stendhal estaba fascinado por los frescos de Volterrano y por las tumbas de los hombres ilustres que están en la Santa Croce. y sólo se recupera, según deja plasmado en sus escritos, al sentarse en un banco y recibir en la cara el frescor del aire. Las emociones del escritor ante la magnificencia de la belleza artística superan su estado racional. La incapacidad de expresar de un modo inmediato todos sus sentimientos llevó a Stendhal a un momentáneo estado de shock.
Una leyenda llena de realidad
El bello malestar que experimenta Stendhal, y que hace que su visita no sea una mera anécdota, sino una experiencia vital que le transforma, no es un sentimiento único en la vida del escritor. Uno de los fines últimos de cualquier arte es producir una actitud renovadora en su público. El síndrome de Stendhal se ha descrito de este modo por el equipo de psiquiatría del Hospital de Santa María Nuova de Florencia, que atiende una media de 12 turistas al año con los mismos síntomas que Stendhal. Es cierto que 12 personas no suponen un elevado porcentaje en el total de turistas que recorre las calles de Florencia, pero es que las almas sublimes no abundan.
Stendhal eligió el siguiente epitafio: “Henri Beyle —milanés— vivió, escribió, amó. Esta alma adoraba a Cimarosa, Mozart, Shakespeare”. Un espíritu sensible. Busca, viajero, aquello que te produce un síndrome de Stendhal, y si no lo encuentras plantéate si tus sentimientos no se encuentran aletargados.
Síndrome de Stendhal
El espíritu de la sensibilidad
Dra. Paloma Merino Amador
Marie Henri Beyle, más conocido por su seudónimo literario, Stendhal, nace en Grenoble, Francia, en 1783, en medio de grandes revueltas políticas que acabaron con la monarquía francesa. Mente brillante y privilegiada, acaba trabajando en el Ministerio de Guerra como militar. Esta actividad es la que le lleva a conocer la que sería su más secreta pasión: viajar.
Hay muchos modos de emprender viaje y recorrer kilómetros, pero para Stendhal, dada su gran sensibilidad, no hay otra manera que no sea la de integrarse en la cultura y los sentimientos de aquellos lugares que conoce. Cada ciudad, cada persona que encuentra en su camino, se convierten en una experiencia iniciática. Escribió Stendhal: “... yo he tomado ya una decisión: los monumentos célebres los veré siempre completamente solo”. Para el escritor, el conocer las esculturas, los edificios antiguos, no se trata solamente de ver o de contemplar, se trata de realizar un viaje al interior de sus propias vivencias, de sus recuerdos, de las inigualables experiencias que son las que forjamos dentro de nosotros mismos. Stendhal creía que todas las obras de arte estaban generadas desde las pasiones del hombre, lo que le llevaba al encontrarse con ellas, a remover y remozar su propio espíritu. Nunca sabremos si esto se debió únicamente a su alma sedienta de saber y belleza, o si en algo contribuyó que el país protagonista de sus andanzas no fuera otro que la seductora Italia. Tanta fue la pasión que sintió por este país que se declaró su hijo adoptivo.
El síndrome de Stendhal o enfermar de belleza
Recorre Stendhal Florencia, ya enamorado de Milán y su vida cultural, dado que era gran amante de la música y la ópera. Describe en sus escritos Rome, Naples et Florence y en Mémoires d´un touriste no sólo lo que visita sino las sensaciones que experimenta. Nos cuenta de una manera ingenua, casi infantil, cómo estando dentro Basílica de la Santa Croce de Florencia sufre una especie de abatimiento, con fuertes latidos de corazón: “La vida se me había desvanecido, caminaba con temor de caer”. Stendhal estaba fascinado por los frescos de Volterrano y por las tumbas de los hombres ilustres que están en la Santa Croce. y sólo se recupera, según deja plasmado en sus escritos, al sentarse en un banco y recibir en la cara el frescor del aire. Las emociones del escritor ante la magnificencia de la belleza artística superan su estado racional. La incapacidad de expresar de un modo inmediato todos sus sentimientos llevó a Stendhal a un momentáneo estado de shock.
Una leyenda llena de realidad
El bello malestar que experimenta Stendhal, y que hace que su visita no sea una mera anécdota, sino una experiencia vital que le transforma, no es un sentimiento único en la vida del escritor. Uno de los fines últimos de cualquier arte es producir una actitud renovadora en su público. El síndrome de Stendhal se ha descrito de este modo por el equipo de psiquiatría del Hospital de Santa María Nuova de Florencia, que atiende una media de 12 turistas al año con los mismos síntomas que Stendhal. Es cierto que 12 personas no suponen un elevado porcentaje en el total de turistas que recorre las calles de Florencia, pero es que las almas sublimes no abundan.
Stendhal eligió el siguiente epitafio: “Henri Beyle —milanés— vivió, escribió, amó. Esta alma adoraba a Cimarosa, Mozart, Shakespeare”. Un espíritu sensible. Busca, viajero, aquello que te produce un síndrome de Stendhal, y si no lo encuentras plantéate si tus sentimientos no se encuentran aletargados.