P
PET
Habitual
Sin verificar
Hubiese dado mis relojes por estar sentado aquélla tarde de primavera de 1787 en el salón del Palacio del Príncipe elector en Viena, cuando aquél hombre de 31 años retó al chico de 15 para que improvisase algo al piano, ofreciéndole -maliciosamente-una fuga cromática. El chico estuvo improvisando durante 45 minutos.
El hombre de 31 años era Mozart, en plena época de transcripción de la música que Dios le indicaba.
El chico de 15 años era un joven orgulloso, nacido en Renania, cetrino y fuerte, que se llamaba Ludwig.
El genio de Bonn sufrió penalidades, privaciones, sufrimientos sin fin, y tras componer las mejores piezas que nunca hayan sido compuestas, después de las del Maestro de Salzburgo, falleció el 26 de marzo de 1827 a consecuencia de una cirrosis hepética. Hoy llueve mucho en Santander, y me puse a escuchar la sonata Patética. No hay igual.
Este es mi sencillo homenaje al último músico verdadero.
El hombre de 31 años era Mozart, en plena época de transcripción de la música que Dios le indicaba.
El chico de 15 años era un joven orgulloso, nacido en Renania, cetrino y fuerte, que se llamaba Ludwig.
El genio de Bonn sufrió penalidades, privaciones, sufrimientos sin fin, y tras componer las mejores piezas que nunca hayan sido compuestas, después de las del Maestro de Salzburgo, falleció el 26 de marzo de 1827 a consecuencia de una cirrosis hepética. Hoy llueve mucho en Santander, y me puse a escuchar la sonata Patética. No hay igual.
Este es mi sencillo homenaje al último músico verdadero.