Ser o no Ser me encanta, así como Ninotchka. Pero tengo que confensar que me gusta mucho más Billy Wilder (guionista a la sazón de esta última), y es que en este caso creo que se cumple lo de que el aprendiz supera al maestro.
Al igual que Fernando Trueba para mi Billy Wilder es... sublime (es que soy agnóstico). No solo como director o guionista, es que escuchar o leer sus memorias, anécdotas, historias son impagables. Tanto por lo que decía como por la manera de contarlas. Hasta su intento de entrevistar a Sigmund Freud relatada por él resultaba divertida.
Películas como "Testigo de cargo", "Un, dos, Tres" o "Primera plana" las he visto... no sé cuantas veces.
Como dijo en su día Alfred Hitchcock; "Las dos palabras más importantes del cine son Billy Wilder".
Amén.
Pero ojo, que Lubitsch, era mucho Lubitsch. Su lucidez en plasmar situaciones era genial (sobretodo para burlar la censura imperante de la época).
Billy Wilder, en una ocasión lo explico así:
“Un ejemplo que puedo dar de la forma de pensar de Lubitsch fue en Ninotchka, una comedia romántica que Brackett y yo escribimos para él.
Ninotchka iba a ser una comisaria rusa leninista realmente recta, firme e inquebrantable, y nos preguntábamos cómo podíamos dramatizar que ella, sin querer, se estuviese enamorando. ¿Cómo lo hacemos? ¡Charles Brackett y yo escribimos veinte páginas, treinta, cuarenta páginas! Todo muy laboriosamente.
A Lubitsch no le gustaba lo que habíamos hecho, no le gustaba en absoluto. Así que nos llamó para tener otra reunión en su casa. Hablamos de ello, pero por supuesto que todavía estábamos, bueno. . . bloqueados.
En cualquier caso, Lubitsch se excusó para ir al baño, y cuando regresó a la sala, anunció, muchachos, ya lo tengo.
Es curioso, pero nos dimos cuenta que cada vez que se le ocurría una idea, me refiero a una idea genial, era después de salir de la lata. Empecé a sospechar que tenía un negro allí, en la taza del inodoro.
Ya tengo la respuesta, dijo. Es el sombrero.
¿El sombrero? No, ¿qué quiere decir el sombrero?
Explicó que cuando Ninotchka llega a París el mozo está a punto de llevar sus cosas desde el tren.
Ella pregunta: ¿Por qué quieres llevar esto? ¿No te da vergüenza?
Él dice: Depende de la propina.
Ella dice: Deberías avergonzarte. Es indigno para un hombre cargar las cosas de otro. Voy a llevarlas yo misma.
En el Hotel Ritz, donde los otros tres comisarios se hospedan, hay un largo pasillo con escaparates que muestran diversos objetos. Sólo los escaparates, ninguna tienda. Pasa un escaparate con tres sombreros locos.
Se detiene frente a él y dice: "Eso es ridículo. ¿Cómo puede una civilización de personas que se ponen ese tipo de cosas en la cabeza sobrevivir? "
Más tarde tiene previsto ver París, el Louvre, el puente Alexandre III, la Place de la Concorde. En cambio, visitará las obras de la electricidad, las fábricas, la recopilación de cosas prácticas que puede poner en uso de vuelta en Moscú.
A la salida del hotel, pasa por el escaparate de nuevo con los tres sombreros locos. Ahora, la historia comienza a desarrollarse entre Ninotchka, o Garbo y Melvyn Douglas, todo tipo de pequeñas cosas que suman, pero no hemos visto el cambio todavía.
Abre la ventana de su habitación de hotel con vistas a la Place Vendôme. Es hermoso, y ella sonríe. Los tres comisarios llegan a su habitación. Finalmente están preparados para ponerse a trabajar.
Pero ella dice: "No, no, no, es demasiado hermoso para trabajar. Nosotros tenemos las reglas, pero ellos tienen el tiempo. ¿Por qué no vais a las carreras? Es domingo. Longchamps es precioso ", y ella les da dinero para apostar.
Cuando salen para Longchamps, ella cierra la puerta de la suite, luego la puerta de la habitación. Vuelve a la habitación, abre un cajón ¡y del cajón saca el más loco de los sombreros! Ella lo recoge, se lo pone, se mira en el espejo.
Eso es todo. Ni una palabra. Nada. Pero ella ha caído en la trampa del capitalismo, y sabemos a dónde vamos desde allí. . . todo ello con media página de descripción y una línea de diálogo.”
Y ahora unos ejemplos visuales del toque Lubistch en las películas "La viuda alegre" de 1934 y "Si yo tuviera un millón" de 1932.
Para terminar recomiendo el visionado, además de las dos nombradas por Mr. Jones -buenísimas ambas-, de "El diablo dijo no", para mi su mejor película.
Otra de menor calado pero que también me gustó mucho; "Lo que piensan las mujeres".