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RELATOS NO RELOJEROS. PARTE 1. El calcetín enamorado

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The Beater Man
Contribuidor de RE
Sin verificar
Tengo un montón de relatos de diferentes tipos que no tienen que ver con los relojes. Son simplemente historias que quiero compartir aquí por si alguien las quiere leer. Iré abriendo hilos con el mismo nombre y cambiando la extensión (parte 1, 2, etc).
El primero, un relato corto sobre un objeto inanimado que toma vida.

José Antonio Medina



EL CALCETÍN ENAMORADO​



Hasta aquel día, mi trabajo me aburría. Para un simple calcetín como yo, inmigrante negro y de calidad dudosa, aquel empleo podría considerarse digno e incluso afortunado. Sin embargo, yo no era feliz. Me faltaba el calor de una pareja con la que compartir caminatas y sudores arropados dentro del zapato adecuado Mi jornada laboral consistía en mudarme de un pie a otro en la zapatería del barrio cuando se requería la presencia de un calcetín de emergencia. Entonces aparecía yo, fugaz, útil, discreto, y revestía con mi textura los pies desnudos que se necesitaran. Me había convertido en un personaje promiscuo de tanto cambiar de un lado a otro. Al principio había sido divertido, pero a aquellas alturas de mi vida no me satisfacía lo suficiente. Desde la estantería bajo el mostrador miraba con envidia a los cientos de congéneres que en invierno lucían con todo su esplendor. Estaban los elegantes de hilo en hombres bien trajeados; también los divertidos, altos y coloridos para las chicas; y cómo no, los recios y firmes para los deportistas.

Yo languidecía hasta la llegada de la primavera, cuando el calor hacía acto de presencia y los pies se desnudaban. Entonces, durante los breves minutos en que los humanos se probaban el calzado nuevo, hacía gala de mi experiencia y me acoplaba como un guante a los pies desprotegidos. Caminaban unos metros a la pata coja y después me devolvían a mi rincón. La satisfacción del deber cumplido.

Así fue pasando el tiempo, luciendo palmito en un corto espacio de tiempo y apolillándome el resto del año. Pero entonces apareció ella. Jamás había visto nada igual. Era una media de seda preciosa y suave y me di cuenta de que mi vida no tendría sentido si no estaba a su lado el resto de mis días. La suavidad de su tacto, el aroma de la piel adherida en los micropliegues del talón. Su tono rosado me hizo perder la cabeza por primera vez en mi vida.

Me lancé como un valiente por primera vez en la vida y me escondí en la caja de zapatos que la mujer había escogido. Me arrebujé hecho un ovillo y así me fugué de aquella tienda con el corazón latiendo a cien por hora.

Esperé a la noche para salir. Sufro de claustrofobia, pero valía la pena el sufrimiento. Cuando abrí la caja me encontré en un enorme armario rodeado de decenas de pares de zapatos de una calidad exquisita. La busqué desesperado. ¿Dónde estaba mi amor, la media adorada de la que me había enamorado como un colegial? De repente escuché el movimiento de una tela, apenas imperceptible y la reconocí al instante. Mi amada me llamaba desde la otra punta del zapatero. Corrí hacia ella y nos abrazamos con pasión. Su tacto era sedoso y dulce, lo que yo siempre había imaginado de alguien como ella para perderme entre las sábanas de la colada y fondos de los cajones. Aquella noche nos juramos amor eterno entre caricias y susurros mientras escuchaba el suave frufrú de su respiración.

Desde entonces soy feliz, sobre todo desde que hace apenas un mes, unos preciosos patucos nos alegran la vida correteando sin cesar y llamándome papá.
 
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